La economía española crece más que las economías europeas más desarrolladas, pero su paro también.
La situación ha cambiado con mucha rapidez, de ser una de las que más crecía, y más ocupación creaba, se ha pasado a liderar la tasa de paro europeo.
¿Por qué el mercado de trabajo español tiene estas oscilaciones tan drásticas? ¿Por qué es tan sensible a los cambios de ciclo económico?
Básicamente porque todavía es un tejido económico que produce bienes y servicios basando excesivamente su competitividad en costes laborales bajos, con una regulación laboral tan flexible que hace del empleo el mecanismo de ajuste económico por antonomasia, ya que los otros han estado transferidos a la Unión Europea y sus instituciones.
Eso hace que el proceso de ajuste, cuando la economía se contrae, sea intenso, rápido, sencillo, pero durísimo socialmente.
Todo el mundo manifiesta su preocupación porpara la situación, pero no todo el mundo coincide en las soluciones.
Por una parte los gobiernos (el español y el catalán), la patronal y los sindicatos, buscan, con lo dialogo social, avanzar hacia hacia el cambio de modelo productivo de bienes y servicios. Son conscientes de la necesidad de transitar hacia un modelo que incorpore más calidad y valor a los productos y a los procesos, dónde el aprovechamiento de los trabajadores como a fuerza de trabajo dé paso al de su conocimiento, dondedónde la mejora de las infraestructuras físicas (viaries, ferroviarias, Aéreas, marítimas, energéticas e hidráulicas) y las del saber aplicado (universidades, parques científicos, centros tecnológicas) sirvan para acompañar y hacer a más efectivos los esfuerzos inversores de los empresarios y emprendedores.
Otros - algunos de los han disfrutado del festival de resultados positivos - ahora vuelven a reivindicar como salida las mismas recetas de hace 20 o 30 años, más flexibilidad, y menos protección social. Eso sí, lo hacen llenándose la boca en nombre de la urgencia y la modernidad.
Es cierto que se va con retraso. El estímulo de unas ganancias rápidas y abundantes, sin tener que cambiar lo que se hacía y como se hacía, ha sido una adormecedora muy eficaz, ha retenido el paso del cambio. Por eso no hay atajos, ni vueltas atrás, posibles.
La única solución es cambiar el modelo productivo y las relaciones, aunque eso sea más lento y complejo que las pseudosoluciones drásticas que propugnan.
Las próximas cuentas públicas (las generales y las catalanas) se tienen que enfocar a abordar las soluciones de fondo para la economía, pero también a atender a las personas sin empleo mediante políticas activas personalizadas y también a establecer los servicios y las prestaciones públicas necesarios (pensiones, salud, educación, servicios sociales) para aquéllas otras que sufrirán los efectos más negativos de la crisis. Ésa es la prioridad. El déficit cero, no, porque la economía está al servicio de las personas y no al el revés.
Como ya he reiterado anteriormente en este mismo blog, atender esa prioridad no se contradictorio, sino complementario, con el hecho de dar realce e importancia a la negociación de los financiación autonómica, pues muchas de estas políticas son competencia de los gobiernos autonómicos.
A su vez, el diálogo social se tiene que orientar hacia el ajuste entre el nuevo modelo económico que necesitamos y las relaciones laborales adecuadas al mismo.
Así como unas relaciones laborales basadas en la inseguridad, la inestabilidad y la precariedad laboral son posibles - e, incluso, coherentes - en un modelo productivo, donde se quiere que las personas obedezcan y reproduzcan instrucciones simples y repetitivas dentro de unas estructuras empresariales muy jerarquizadas, de carácter manufacturero o de servicios poco cualificados, resultan totalmente inadecuadas y desaconsejables para la gestión del nuevo sistema productivo. Éste requiere de otro modelo de relaciones laborales. Un modelo favorecedor de la iniciativa, la responsabilidad, la aportación de los conocimientos de las personas que trabajan y que, por lo tanto, sustituya la jerarquía autoritaria por el liderazgo motivador. Un modelo donde la formación permanente sea la garantía de que la capacidad de adaptarse al cambios no se resuelva con la pérdida del capital humano.
Ésta es la razón de fondo que hace tanto caduco, inútil y fuera de lugar esas recetas retrogradas que se quieren utilizar políticamente económicamente o socialmente, para ganar ventajas privadas o partidistas, no para ganar réditos colectivos.
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