Estoy perplejo! Pero no por lo que dicen los sociologos catalanes.
Perplejo, porque he visto como las bolsas de todo el mundo, representación genuina del capital, subían de una forma espectacular, cuando el Gobierno de los Estados Unidos de América anunciaba una acción económica claramente intervencionista. La intervención de las dos instituciones financieras, Freddie Mac y Fannie Mae, que controlan el 40% del mercado hipotecario norteamericano.
¡Perplejo, porque creía que hasta ahora venían diciendo qué se tenía que excluir la intervención de las autoridades públicas de los negocios privados! ¡Qué los mercados ya se ha auto-regularían ellos solos!
Y ahora, se ponen tan y tan contentos por el intervencionismo público. Vale la pena decir, que es para salvarlos de la hecatombe del sistema financiero, a la que se podían ver arrastrados por la "caída libre" que estas instituciones estaban protagonizando.
Serán necesarios muchos recursos públicos para sanear la situación, pero ¿aprenderán la lección todos aquellos profetas del liberalismo económico y la supuesta autorregulación los mercados? O aplicarán la técnica del trotamundos, lo meterán en el saco e irán a por la siguiente crisis, que sin duda todavía será mes grande. Que fácil es eso de asumir grandes riesgos, si se espera que Papa/Estado vendrá a pagar los platos rotos cuando como ahora vuelvan a romper una vajilla muy cara.
A esta situación no se hubiera llegado si el poderes públicos hubieran podido fijar las reglas del juego y controlar su cumplimiento, en relación con los mercados financieros y sus antiguos y nuevos productos, si los riesgos hubieran sido regulados en atención a los intereses globales y los del propio sistema financiero y no hubieran sido establecidos por la voluntad de un privado. Ninguno privado tendrá nunca ni la capacidad, ni la voluntad de hacerlo. Sería bueno que aprendiéramos la lección y que los poderes públicos, cuanto más democráticos mejor, pudieran alcanzar esta responsabilidad.
Así evitaríamos tenernos que quedar perplejos, ante la alegría de los que privatizan los beneficios, pero exigen el rescate público de las pérdidas y de los daños que han provocado con su falta de responsabilidad colectiva.
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