miércoles, 29 de julio de 2009

Empleo, paro y reformas


En Catalunya, 20.800 personas han salido del paro el segundo trimestre de este año. Es la parte de España donde más ha bajado, según la encuesta de población activa (EPA).

Ese descenso adquiere más valor, si cabe, si tenemos presente que lo que se ha producido en el conjunto de España, en este mismo periodo, ha ido en el sentido contrario. El paro crecía en 126.700 personas.

Esto es así ahora, pero hace solo tres meses el signo de los acontecimientos era totalmente diferente, donde más crecía el paro era en Catalunya.

Para poder entender esas oscilaciones, cuando formamos parte de una misma área económica, estamos sometidos a los mismos problemas globales y compartimos la misma regulación económica y laboral, conviene no olvidar que aquello que se ha venido a definir como paro no es sino la diferencia entre el número de personas que quieren trabajar y los empleos que la sociedad ofrece.

Esa es la razón de que habitualmente se asocie el crecimiento del paro con la destrucción de empleo y viceversa. Pero, no siempre es así, ni tiene porque serlo. El paro puede crecer porque se destruya empleo, pero también porque el crecimiento del número de puestos de trabajo sea insuficiente para dar satisfacción a la incorporación de nuevas personas al mercado de trabajo. Eso sucedía hace un año, crecía el empleo y el paro.

Pero también puede ocurrir lo contrario, que es lo que se ha producido en Catalunya este trimestre.

Así pues la paradoja es que el buen dato del descenso del paro en Catalunya se explica como el fruto de otras dinámicas no tan positivas. La primera, que se “han retirado” del mercado de trabajo más de 60 mil personas, aunque casi la mitad sean jóvenes que vuelven a los estudios, y la segunda que han desaparecido más de 40 mil empleos, en su inmensa mayoría de la industria manufacturera.

En ese sector, y más en concreto en las actividades intensivas en mano de obra y de no mucho valor añadido, en la construcción - sobredimensionada por la especulación - y en el comercio, inducido por ellos y el exceso de endeudamiento familiar y empresarial, han desaparecido 8 de cada 10 de los empleos que se han perdido el último año.

Sin un cambio en las bases que han creado el problema (especulación financiera, excesivo endeudamiento de empresas y familias, así como una producción y productos de poco valor) no se producirá una recuperación suficiente y duradera del crecimiento económico y posteriormente del nivel de empleo. Solo habrá huidas hacia adelante y un volver alimentar la próxima crisis.

Por eso, superados los calores del verano, será bueno que se recomponga el dialogo social entre gobierno, patronal y sindicatos, pensándolo y orientándolo hacia la consecución de acuerdos sobre las reformas de fondo necesarias para que la transición que permita el desarrollo de nuevos sectores y la modernización competitiva de muchos de los que tenemos sea lo más rápida y lo menos traumática posible.

Como siempre será necesario que esos objetivos a medio y largo plazo estén acompañados de planteamientos más cortoplacistas que ayuden a rellenar con seguridad la distancia temporal que hay entre la situación actual y la consecución de ese sistema productivo más sostenible, como el incremento del periodo de prestación del paro o la prolongación de los días que la regulación de empleo “no consume prestaciones”

Conseguir que el proceso de diálogo sobre las reformas no se paralice de nuevo, o pueda arrancar, requerirá más allá de las llamadas “líneas rojas” que las actitudes estén orientadas hacia el acuerdo, no a la imposición de una parte sobre la otra, pero sobretodo que las propuestas se correspondan con el modelo productivo de bienes y servicios de más calidad que necesitamos alcanzar.

miércoles, 22 de julio de 2009

Neutralizándose



Los dos partidos nacionalistas que no han apoyado el acuerdo sobre financiación, PP y CiU, ya han anunciado que en el supuesto de que llegaran a lo que consideran “sus” gobiernos lo cambiaran.

Como “declaración-excusa” que busca dar satisfacción a su parroquia no está mal, pero no es creíble, pues juntos se neutralizan y por separado no suman.

Por mucho que Ramón Tremosa defienda que lo ideal para Catalunya es que cada uno de los partidos nacionalistas de derechas, el español y el catalán, ocupen “su” gobierno, ni eso sería suficiente para modificar lo que se ha pactado, ya que se neutralizan el uno al otro. Para que uno de ellos triunfara en su objetivo, el otro debería fracasar y claudicar, dado que sus posiciones son contrapuestas. ¿Cómo casarían la propuesta del PP de un supuesto exceso de rendimiento para Catalunya, con la pretensión de CiU de incrementarlo porque lo considera insuficiente?.

Si a ello le añadimos el hecho que “dejarlo como está” les sería más fácil que modificarlo, ya que no “iban a hacerse daño” si se necesitaran mutuamente para gobernar, todavía prolonga más la exceptiva de la sostenibilidad temporal del acuerdo y hace menos creíble su proclama reformadora.

Pero además es que mientras los socialistas estén en el gobierno, aquí y/o allí, no hay combinatoria política que haga entrever un cambio. Eso hace de su presencia en los gobiernos español y catalán, una garantía adicional de estabilidad del acuerdo que ahora han alcanzado.

¡Mal negocio para CiU! Aparecer como el impulsor del cambio de modelo de financiación le aleja del 50% de sus votantes que están de acuerdo con él y tampoco le permite ser la representación del 19’5% de los catalanes que se opone, porque en ese bloque están también aquellas personas que lo hacen en base a planteamientos opuestos a los suyos.

Ahora bien, como siempre el mayor garante de su continuidad será la ciudadanía, que no está dispuesta a que alegremente se lance por la borda el ingente esfuerzo de equilibrio generado y se reabran tensiones y confrontaciones territoriales, que además tiene un dudoso rendimiento, a la vista, y castigará electoralmente a quien vaya en contra de ese criterio.
Puestas así las cosas, desde el punto de vista político, se puede aventurar que tenemos modelo de financiación para años.

Un modelo que al prever procesos de actualización y revisión en función de de cómo cambie la realidad territorial posee, a diferencia del anterior, mecanismos para no esclerotizarse.

La cesión que hizo de CiU a la obsesión de Aznar para “cerrar definitivamente el proceso autonómico” ha sido uno de los factores que han hecho más injusto e inequitativo el sistema anterior, porque no permitía ni actualizar la población.

Pero además, este es un sistema más justo y equitativo donde – como no puede ser de otra manera - las personas que más tiene, pagan más, pero sus gobiernos autonómicos reciben lo mismo por persona que los otros para gestionarle los servicios relacionados con sus derechos básicos (salud, educación, protección social). Así se construye una solidaridad inteligente y sostenible.

Si no parece posible cambiarlo, porque ni política ni socialmente hay apoyos suficientes, para los representantes del nacionalismo de derechas español y catalán solo caben dos opciones:
· aprovechar el proceso de aprobación de la ley orgánica para sumarse al modelo de financiación autonómica acordado, y ayudar a su consolidación.
· o, si eso no se puede o se quiere hacer, proponer un nuevo sistema que pueda ser asumido en toda España, incluida – como es lógico – Catalunya.

Lo tienen complicado. No pueden volver atrás porque el sistema que se ha acordado es más justo y equitativo que el que firmaron juntos antaño y para ser creíbles en su voluntad de cambio deberían hacer una nueva propuesta de financiación realizable y asumible por ambos, pero eso ni está, ni se la espera. Mientras eso no se produzca, continuaran neutralizándose mutuamente.

Por último y por el bien de todos, esperemos que para salir de ese callejón, en el que ellos solos se han situado, no se les ocurra la peregrina idea de reactivar las tensiones territoriales a través de los argumentos de sus proclamas anti-acuerdo.

miércoles, 15 de julio de 2009

El cuento de la lechera



Artur Mas se aleja de la centralidad.

Con su rechazo a la propuesta sobre la financiación se escora hacia uno de los extremos, hacia el otro se ha escorado es el PP.

Con su oposición al acuerdo se distancia del tejido económico y social catalán que unánimemente lo valora de forma positiva por sus resultados y también se aleja de una ciudadanía que respira aliviada porque finalmente se desencalla uno de los temas recurrentes que nos tenía entretenidos.

Pierde centralidad porque se equivocó en la apreciación de la situación y, por consiguiente, en cómo actuar. Optó por rechazarla antes de conocerla. Es lo que sucede cuando la objetividad, la inteligencia y la serenidad son substituidas por la subjetividad y los sentimientos de despecho y frustración. Y la actitud negociadora y el pragmatismo por la radicalización ideologizada.

Nadie le tendió una trampa para dejarlo en fuera de juego, sino todo lo contrario, él sólo se tejió la red en la que se ha enredado.

Como en el cuento de la lechera, él y la cúpula de CiU – más Convergencia que Unió- construyeron un relato idílico en el que todo encajaba y les devolvía al Govern.

Previeron que no habría acuerdo de financiación, porque el PSOE no haría una propuesta ajustada al Estatut; la crisis económica y la presión españolista se lo impediría.

Como la propuesta seria insuficiente, tanto si la rechazaba como si no, el President Montilla saldría debilitado. Si la rechazaba, porque eran los socialistas quienes no respetaban el Estatut y si la aceptaba, porque ellos conseguirían arrastrar a ERC para que no lo hiciera y así romperían la estabilidad política del Govern.

Pero la financiación lograda ha roto “su cántaro” y con él sus ilusiones.

Olvidaban - como la lechera - que en el camino surgen piedras que pueden dar al traste con todas las fantasías. Y aquí la piedra en el camino se llama Montilla.

Una vez más han minusvalorado su capacidad de negociación, basada en la tenacidad, la constancia y la serenidad como fórmula para afrontar los problemas complejos y han querido presentar su discreción y prudencia a lo largo del proceso como signos de aceptación y sumisión a los intereses del Gobierno español y su presidente.

¡Hasta que no se convenzan que su percepción sobre el President es equivocada, se equivocaran en todos los análisis!

Por más que los estrategas de salón se crean “su construcción de la realidad”, olvidan una pequeña verdad: “la realidad es muy tozuda” y si no se la interpreta bien, se venga, dejándote en entredicho.

¿Rectificaran? Ojalá, pero no es previsible.

Cuando Felip Puig, al explicar su rechazó, equiparó el acuerdo sobre financiación a una futura sentencia negativa del Constitucional, estaba señalando cual será “su nuevo cántaro de leche”.

De nuevo, el nacionalismo catalán mayoritario apuesta y desea un retroceso en los intereses económicos y políticos de las personas que vivimos en Catalunya, en lugar de trabajar conjuntamente con el Gobierno para defenderlos.

Así pues, ya tenemos servido su próximo capítulo de tristeza, crispación y enfado, que intentaran trasladar a toda la sociedad catalana.
¡No nos dejemos deprimir, por los que lo están!

miércoles, 8 de julio de 2009

En misa y repicando


Por si acaso se alcanza un acuerdo sobre la financiación autonómica Artur Mas trata de emular el dicho de “estar en misa y repicando”. Ha decido intentar apuntarse como un éxito personal aquello que tiene previsto rechazar.

El procedimiento, de tan sencillo, resulta insultantemente burdo. Pretende, por un lado, exigir el reconocimiento de la copartenidad del Estatut, a pesar de haberlo abandonado desde su nacimiento, para rentabilizar los éxitos y por el otro, continua trabajando con ahincó y saña para que fracase.

La decisión de rechazar el acuerdo, sea cual sea su contenido, estaba tomada de antemano. Consideran que su existencia les perjudica desde el punto partidista.

La finalización del proceso de negociación sobre el sistema de financiación con un acuerdo justo y, por consiguiente, aceptable les rompe el discurso. Transforma en poco creíble la descalificación que de forma reiterada han venido efectuado, en el sentido que Montilla y el Govern son incapaces, para obtener el máximo rendimiento posible, y les obligaría a tener que reconocerles que lo ha hecho bien.

Ese problema no se hubiera producido si desde el principio y de una manera sincera y real se hubieran alineado y dado su apoyo al Govern Catalunya en su objetivo de conseguir una rápida y correcta pliación del Estatut y sus previsiones sobre financiación. Pero les era imposible hacerlo, porque les conduciría a perder el monopolio que quieren conversar a ultranza: ser quien mejor defiende a Catalunya.

De ahí, que intenten por todos los medios posibles evitar que haya un acuerdo, propagando metas irreales, extendiendo el desanimo y la frustración, predicando un camino de radicalización nacionalista que no conduce a ningún lugar.

Aunque resulte extraño, a los nacionalistas catalanes de centro derecha les interesa, y desean, el fracaso de la negociación sobre la financiación y una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut que lo dinamitaría.

Han fiado “todos los huevos a ese cesto”, pensando que no sería posible o que podrían boicotearlo.

Pero ahora, en el momento en que parece que se llega al final y que el acuerdo es posible, le surgen las dudas, temen quedarse “colgados de la brocha”

En ese escenario su preguntan ¿qué hacer si hay un acuerdo aceptable?: Pues, estar en misa y repicando.

Es decir, apuntarse los méritos del acuerdo y, al tiempo, trabajar para que no se alcance.

viernes, 3 de julio de 2009

Buena y mala flexibilidad laboral


¡¡¡SE PUEDE DEDIR MÁS ALTO, PERO DUDO QUE MAS CLARO!!!

El Pais publicaba este artículo de Jean Pisani-Ferry que es economista y director de Bruegel, centro de investigación y debate sobre las políticas económicas en Europa y que a mi entender viene a decir, desde fuera, lo que mucha gente repite, aquí. Y viene a decirnos que - como con el colesterol - hay una flexibilidad laboral positiva y otra que no desde el punto de vista laboral, pero tambien económica.

Por eso lo reproduzco integramente.



Una de las características más llamativas de la crisis actual es la sincronización de las reacciones de las empresas. De un extremo a otro del planeta, éstas reaccionan simultáneamente ante las mismas informaciones, y los indicadores que permiten rastrear sus pronósticos reflejan un perfecto paralelismo.

Salvo en un punto: el empleo. En efecto, durante el último año, la tasa de paro ha aumentado ocho puntos en España y seis en Irlanda, mientras que prácticamente no se ha movido en Alemania y los Países Bajos, y en Francia sólo ha aumentado un punto y medio.

Claro está que, en parte, estas diferencias reflejan la desigual gravedad de la recesión: aunque las evoluciones sean sincrónicas, la amplitud del retroceso del crecimiento varía de un país a otro. Pero esta explicación no vale ni para Alemania ni para España. Alemania es a la vez uno de los países en los que el descenso de la producción es más pronunciado y uno de los países en los que el mercado laboral se ha degradado menos. Y, a pesar de su crisis inmobiliaria, España no forma parte de los países con un mayor decrecimiento del PIB.

La explicación de esta paradoja reside en las modalidades de ajuste del empleo. España es la campeona del mundo de los contratos de duración determinada. Tras el fin del franquismo, que había instaurado una legislación laboral muy protectora de los asalariados, el mercado de trabajo se fue flexibilizando con la introducción de los contratos de duración determinada, que hoy representan un tercio del empleo asalariado (menos del 5% en Estados Unidos y un poco más del 13% en Francia).

Más que en ninguna otra parte, el trabajo de duración determinada se convirtió en un modo de existencia cuasi permanente. Ya que no justa, esta situación era al menos tolerable mientras duró el boom. Pero en cuanto la coyuntura dio un vuelco, las empresas pusieron fin a los contratos temporales y el paro se disparó.

Por el contrario, desde el último otoño, Alemania recurre masivamente al Kurzarbeit (jornada reducida), que permite ajustar la duración del trabajo anual a la baja. La empresa reduce el salario mensual en proporción a las horas trabajadas de menos y el Estado compensa hasta dos tercios de la pérdida de ingresos que sufre el asalariado. Esta forma de paro parcial, a menudo prevista en los convenios colectivos, fue ampliamente fomentada por el plan de reactivación.

Las dos economías son, pues, flexibles en el sentido de que las empresas ajustan sus efectivos y reducen sus costes, pero de manera muy diferente. En España, el ajuste recae sobre el empleo de los jóvenes y los trabajadores menos cualificados, mientras que Alemania juega con la flexibilidad de las horas de trabajo y mutualiza el coste social de su reducción.

No obstante, la oposición de ambos modelos tiene ciertos límites. En España, la construcción inmobiliaria tardará mucho en recuperarse, y conservar puestos de trabajo superfluos no tendría sentido alguno. Y aunque en Alemania la reducción transitoria de la jornada laboral ha permitido amortiguar el golpe durante algunos trimestres, está claro que a partir de ahora el paro aumentará mucho.

Ahora bien, aunque el contraste entre los dos países va a atenuarse, no desaparecerá.
Estas decisiones colectivas adoptadas por dos países como España y Alemania no se diferencian sólo en sus consecuencias sociales presentes, también pueden tener consecuencias económicas diferentes en el futuro.

En los próximos tiempos, la prioridad de las políticas de empleo va a ser evitar que el paro inducido por la crisis desemboque en la exclusión permanente de una parte de la población activa. Se afronta un gran riesgo,pues eso fue lo que sucedió en Europa con los prejubilados de los años ochenta y también en la mayoría de países que han sufrido graves crisis financieras.

Aunque no se vean abocados a la jubilación, los trabajadores apartados del empleo durante mucho tiempo pierden cualificación y motivación, y sólo pueden reinsertarse en el mercado laboral a costa de esfuerzos considerables.

La OCDE acaba de predecir que, incluso después de que sus efectos inmediatos hayan sido absorbidos, la actual crisis podría inducir en la zona euro un aumento del denominado paro estructural de hasta un punto y medio. Y prevé, y esto es significativo, que ese aumento será mucho más alto en España (más de dos puntos y medio) que en Alemania (entre medio punto y un punto).

Así que la crisis vuelve a plantear bajo otra luz la cuestión de la flexibilidad laboral. Ayer se trataba de favorecer la redistribución del empleo entre sectores y empresas, y de promover un retorno gradual hacia el pleno empleo. Hoy, se trata de absorber un impacto violento minimizando sus costes sociales inmediatos y sus costes económicos a largo plazo.

En ambos casos, ciertos modelos sociales son más justos o eficaces que otros.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.
Jean Pisani-Ferry es economista y director de Bruegel, centro de investigación y debate sobre las políticas económicas en Europa.

miércoles, 1 de julio de 2009

Frustración



La frustración es la distancia que hay entre las expectativas y lo conseguido.

La frustración de las expectativas es congénita a la asunción de los riesgos que personas y sociedades deben asumir para progresar. Su fortaleza se mide por la resistencia que tengan a ella y la capacidad de superarla.

El conformismo es la expresión de la renuncia a mejorar que busca evitar los desengaños, los fracasos y la frustración que producen no alcanzar los objetivos que nos marcamos. En el otro extremo se encuentra la irresponsabilidad, en su vertiente de autoengaño respecto a las posibilidades que se tienen o menosprecio a los obstáculos, las limitaciones y los riesgos reales que debemos superar.

Por eso, quienes tienen la responsabilidad de liderar colectivos deben valorar y sopesar siempre en que aventures pretenden embarcar a las persones que convocan. Todo proyecto, individual o colectivo, requiere de un esfuerzo, o incluso de un sacrificio, que si está bien orientado y calibrado acabará produciendo un razonable beneficio. Es normal, ¡nunca nos regalaran las cosas! Y aquello que no requiere un esfuerzo posiblemente no valga nada.

Por consiguiente un buen liderazgo no es aquel que ofrece todo a cambio de nada, que no advierte de los problemas, pero sobre todo no es una actitud que convoque a luchar en batallas perdidas de antemano, porque esa es la antesala para infligirles una frustración estéril e innecesaria.

Vender expectativas irreales es vender frustración .

Es lo que está haciendo Artur Mas con el resultado de la nueva financiación autonómica. Él sabe, porque ya ha negociado anteriormente, que el acuerdo no dará las cantidades que está pidiendo y a pesar de ello, no solo las repite y publicita, sino que cuanto más se acerca el posible acuerdo, más las incrementa.

En septiembre de 2008 afirmaba que el acuerdo supondría 2.329 M€, para explicarlo decía que: “se trata de calcular el dinero que genera la nueva cesta de impuestos y restarle el Fondo de suficiencia que hemos recibido en el 2008 y que no cobraríamos por el incremento de la cesta”. Ahora, sin ruborizarse, habla de 5.000 u 8.000 M€ y además, de forma irreflexiva lo relaciona con la superación del modelo constitucional.

Tratar de elevar el listón para que cualquier cosa que se alcance sea una frustración sólo confirmar una cosa: que las buenas noticias para Catalunya, hoy, son malas noticias para la coalición que preside Artur Mas, por el simple hecho de que no es él quien preside Catalunya.

Generar frustración en los demás se paga con la propia.