En estos los últimos años de bonanza económica han crecido con tanta moderación y se han ajustado tanto al alza de los precios que incluso el salario medio ha descendido, pues la gran cantidad de empleos que se han creado tenían retribuciones inferiores a ella.
A pesar de ello, nuestra economía no ha mejorado su productividad.
Constituye un error social y económico buscar en la congelación de los salarios la salida a la situación, puesto que no son uno de los factores desencadenantes.
Un error social porque el empobrecimiento relativo de las personas que viven de su trabajo y que no se han beneficiado del crecimiento económico puede producir una reactivación de la conflictividad social, ya de por si previsible ante el incremento de crisis empresariales.
Y un error económico porque, de nuevo, se orienta la salida hacia un modelo de competitividad que está caduco, el que se basa exclusivamente en los bajos costes laborales. Si los precios industriales crecen un 10% debido al impacto de la factura energética o el precio del dinero obtaculiza la puesta en marcha o reforma de proyectos viables o si el valor del euro dificulta nuestras exportaciones, la solución hay que buscarla en la eficiencia energética o en la mejora de la productividad y no en la congelación salarial.
Esas opciones que parecen fácilmente adoptables a corto, suponen una trampa a medio y largo plazo porque agravan los problemas y aplazan las soluciones duraderas.
El planteamiento del Ministro de Trabajo es una reflexión equilibrada e inteligente sobre cómo reconstruir nuestro tejido económico con bases más sólidas y todo ello, con dialogo y pactos asumibles por las partes.
Por eso sería bueno que agentes económicos y sociales lo escucharan e hicieran suyo.
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