miércoles, 30 de septiembre de 2009

Empieza el final



Con el debate que se inicio ayer, empieza el tramo final de la legislatura.

No habrá otro debate de estas características en esta legislatura. Dentro de un año, el President Montilla habrá convocado las elecciones. Es decir, se agotará el mandato y me aventuro a afirmar que lo hará con el mismo gobierno con el que lo inicio.

Nada más llegar a la Presidencia del Govern prometió acabar con la sensación de “Dragón Khan”, de la anterior legislatura, y lo ha cumplido. Expresó su voluntad de gobernar para las personas y con las personas y los hechos, las políticas y las preocupaciones que han estado presentes en la acción del Govern que dirige no le desmiente. Afirmó que el rigor en la gestión no le impediría ser sensible con aquellas personas que más lo necesitan, pues bien, tampoco existe duda que ese criterio ha conformado una de señas de identidad de este periodo.

Quedan todavía problemas a resolver y un tiempo para hacerlo. Por eso, no acortará la legislatura. No lo hará porque no ganaría nada con ello. Resuelta la financiación –que si podía negociar – y gestionada la resaca de la sentencia del Constitucional –que no puede negociar- este próximo año intentará acumular actuaciones que solucionen problemas, liderar la recuperación económica y reducir los efectos de la crisis sobre los sectores más débiles.

Estabilidad, trabajo, rigor, acción de gobierno y defensa de los intereses de las personas que viven en Catalunya serán sus bazas, en suma, tratará de ocupar, todavía más, el espacio central de la sociedad catalana a base de centrar su acción política en la resolución de sus problemas.

Frente a él, Artur Mas, el más veterano de los que competirán por presidir la Generalitat. Será su tercera intentona y si fracasara, tal vez la última. Su dilema es decidir si, como hizo al final de la anterior legislatura, “baja al valle” del pactismo en el que vive la mayoría de su electorado, o “continúa en la montaña” de la radicalidad independentista, a la que le ha subido su entorno y en la que compite con ERC y el recién llegado Laporta.

Si opta por lo primero, hoy se hablará más de las personas que conformamos Catalunya, que de Catalunya y se anticipará una fase final tensa para ganar el centro, pero más positiva. Si no, tendremos mucho “divertimento”, pero más desafección.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Hablemos de impuestos


¡Es bueno que se esté hablando de impuestos! Mucho mejor eso, que algunos de esos debates estratosféricos a los que nos someten los nacionalistas españoles y catalanes. Ahora bien, como se está haciendo el debate, no.

Es lo que ocurre cuando la oposición de derechas se entesta en transformar la crisis económica y las estrategias para salir de ella, en un campo de confrontación política en lugar de un escenario de proposición económica. En ocasiones anteriores, el debate ideologico comportaba un debate no exento de dureza y profundidad, pero ahora se observa demasiada desmesura y superficialidad conceptual.

Los debates maniqueos, de buenos y malos, de subidas o bajadas, sirven para pelearse, pero no para extraer soluciones y acuerdos. Y una situación dura, grave y compleja, que castiga a personas y empresas, no puede despacharse con desmesura y trazo gordo, necesita mesura, rigor, concreción y claridad. Y eso requeriría más responsabilidad de la oposición española y catalana. ¡Quizás es pedir demasiado!

El debate no es si suben o bajan los impuestos, sino cuales suben o bajan, en qué proporción y cómo se utilizan para que sean útiles a la salida de la crisis económica. Porque subir, globalmente, subirán, como ha ocurrido en los últimos 30 años, mandara quien mandara (UCD, PSOE, PP) entre otras cosas, porque todavía no hemos alcanzado la presión fiscal media europea.

¿Necesitamos, o no, que el Administración ayude a la economía productiva para evitar la crisis acabe en depresión, que atienda al incremento de las necesidades sociales de las personas y que invierta en futuro del país para construir una salida diferente? Sí, pero siendo conscientes que:

- Esa necesidad es contraria a una política de “barra libre” (como hacemos déficit, no importa el tamaño)
- Como se van a pedir más esfuerzos hay que incrementar más, si cabe, la austeridad, el control y la eficiencia en el uso del dinero público,

Para financiar esas políticas hay que recurrir a los impuestos y al déficit. A los dos. Todo lo no podemos fiar al déficit público, porque si es verdad que tenemos capacidad de endeudarnos, porque la deuda es relativamente baja ya que antaño conseguimos superávits, hipotecarse en exceso pone en riesgo el futuro.

Para cuadrar ese círculo, se requerirá equilibrar el esfuerzo inmediato de subir los impuestos a quien pueda pagarlos mejor, con el esfuerzo diferido de endeudarnos. Porque al final todo acaba pagándose.

Como siempre en economía hay que encontrar el equilibrio entre lo que se recauda y lo que se gasta e invierte. Por eso los incrementos deben ser mesurados, racionales y controlados, tanto en los ingresos como en los gastos.

Ahora bien, la derecha, tanto la política como la económica, está lanzando mensajes imposibles y como decía el torero: “Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”.

Todo les vale para hacer oposición aunque sea contradictorio.

Por eso hacen bandera de la negativa a subir los impuestos, aunque en los 8 años de gobierno Aznar éste los subiera, y, además, la hacen compatible con peticiones de más gasto social y más ayuda a los empresarios y la exigencia de contener el déficit.
O defienden que, en estos momentos, el Gobierno debe contener el gasto como hacen las familias, cuando precisamente al Gobierno debe desarrollar una acción contra cíclica invirtiendo para evitar una mayor caída del consumo, la producción y el empleo. No es hora de que los gobiernos reduzcan el gasto sino de que favorezcan el crecimiento económico.
O hacen llamadas al recorte del gasto público, sin concretar que prestaciones sociales afectaría, pero deja claro que conviene dar más dinero o dejar más en sus manos de quienes más tienen.

Parece que las recetas y los recetadores liberales vuelven a la carga. Todavía no han se han acabado las negativas consecuencias de sus brillantes formulas y ya están otra vez con la misma canción.

Seamos realistas, salir de esta crisis nos reportara sacrificios y uno de ellos, no el único, será pagar más impuestos.

Por eso deberíamos pasar a hablar con rigor y profundidad de qué esfuerzo debe aportar cada uno y cómo se administra colectivamente.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Encuesta sesgada


Si fuéramos un poco ecuánimes y objetivos, lo reconoceríamos. Lo del domingo en Arenys de Munt no llegó a ser ni una encuesta sesgada.

No fue un referéndum o una consulta pública - aunque fuera con público - porque no cumplía, ni podía cumplir con, los criterios necesarios para serlo en relación a la convocatoria y los contenidos. Eso lo dejaron meridianamente claro los tribunales catalanes.

Como también dejaron claro otras cosas más:
- que una entidad privada, como cualquiera de nosotros, puede realizar las preguntas que quiera y recoger la opinión de todas las personas que libremente decidan dárnosla.
- que las opiniones y las respuestas, en el ámbito privado, tienen el derecho a ser expresadas, por equivocadas y erróneas que sean, o nos parezcan.
- que lo público y lo privado no pueden ser ni confundidos ni banalizados.

La pregunta fue realizada por una entidad privada, en locales privados y aunque tuviera la apariencia y simbología de una consulta popular, solo tuvo eso: la apariencia y la simbología.

En consecuencia no fue una consulta pública legalmente convocada y realizada y por tanto, faltada de valor jurídico y eficacia pràctica. Ahora bien, podía haber sido una encuesta, con su valor científico o demoscópico correspondiente. Pues bien, ni eso.

Para conseguir que una pregunta sea parte de una encuesta no es suficiente el número de personas que la contesta, sino como se hace y sobre todo a quien. Para que una pregunta sea una encuesta lo fundamental es que la muestra sea representativa de la realidad, es decir que constituya un micro cosmos de la realidad que se pretende representar.

Ni una cosa ni la otra se produjeron el domingo. La muestra fue insuficiente y no representativa. Insuficiente porque la pregunta era sobre Catalunya, no sobre Arenys de Munt, y porque no parece que las más de dos mil personas que contestaron sean una muestra representativa de las más de siete millones que vivimos en Catalunya.

Por ello, lo de Arenys de Munt no pasa de ser una encuesta sesgada. Sin valor jurídico, científico o demoscópico.

A pesar de ello, se puede entender la alegría de los promotores de la encuesta privada.

Por un lado han conseguido “fichar” a más de dos mil de sus vecinos con su nombre y dirección, a los van a poder dirigir sus opúsculos y posicionamientos independentistas. Espero que nadie incumpliera la Ley de protección de datos facilitando a los organizadores el censo electoral público para favorecer interese privados, y que por otros medios (presentación del DNI) comprobaran que las personas que depositaron su respuesta escrita, que no voto, eran convecinos.

Por otro, la repercusión mediática de sus acción. Que se vio amplificada, hasta la distorsión la verdadera magnitud de la misma, por las presencia de huestes falangistas y la falta de sensibilidad y habilidad del ministerio público al seleccionar a su represente.

Como Rick (Humphrey Bogart) decía a Lisa (Ingrid Bergman) en Casablanca: «De todos los bares en todos los pueblos en todo el mundo, tuviste que entrar en el mío». Pues, lo mismo ¿De verdad entre todos los abogados del Estado no había otro para que lo represntara?

Esa alegría puede entenderse, pero lo que resulta incomprensible es que organizaciones políticas, que se suponen serias - como CiU, ERC i el PP - continúen con el raca-raca intentando hacer Política (con mayúsculas) a partir de una encuesta sesgada, sin valor jurídico ni científico o demoscópico, y por ende, eficacia práctica .

Por más que practiquen la “yenka” (adelante y atrás, izquierda-derecha), no es ni aceptable ni presentable que, con la que está cayendo en términos económicos, que los nacionalistas catalanes de centroderecha o de izquierda propongan a los ediles y concejales de sus formaciones promover consultas ilegales, con el consiguiente conflicto institucional y despiste sobre los temas relevantes. Como tampoco lo es que el PP, primer partido de la oposición española, pretenda hacer seguidismo de la Falange Española, actuando como si una encuesta sesgada fuera una cuestión de estado.

Los excesos y los radicalismos verbales y conceptuales de las minorías se soportan – mal, pero se soportan -, como el precio que una sociedad democrática debe pagar en beneficio del respeto a la libertad de expresión y la pluralidad de opiniones.

Ahora bien, la gente reprueba ese infantilismo y esa inoperancia política si quien lo practica son formaciones que deberían representar la centralidad del pensamiento de la ciudadanía y ocuparse de sus preocupaciones y necesidades.

Asumiendo los excesos y los radicalismos de las minorías nunca se representó el sentir de las mayorías.

¡Por ahí no van bien!

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Bueno es saberlo


Estos días, a cuenta de la consulta de Arenys de Munt, lo hemos sabido. Artur Mas se ha declarado favorable a la independencia de Catalunya.

Lo ha hecho al afirmar que, si pudiera, votaría positivamente a la pregunta: "¿Está de acuerdo en que Cataluña se convierta en un Estado de Derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea?"

Hasta ahora CiU había votado en el Parlament, en dos ocasiones, a favor de la autodeterminación, es decir a favor del reconocimiento para Catalunya del derecho a convocar un referéndum en el que pudiera consultarse a la ciudadanía si deseaba independizarse, o no, del resto de Espanya, al estilo del Quebec

Para defender ese planteamiento ellos, y todos los independentistas, invocan de forma genérica y equivocada el derecho internacional previsto a los efectos de hacer efectivos los procesos de descolonización del siglo pasado y concretamente su plasmación en la Carta de las Naciones Unidas o los Pactos Internacionales de Derechos Humanos. Todo y que ese derecho no está incluido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, muchas veces es invocada para justificarlo.

Evidentemente en el momento de defender ese ejercicio al derecho a la autodeterminación lo hacen obviando que la ciudadanía de Catalunya ya lo ejerció en libertad y democracia, cuando de forma mayoritaria dio su voto favorable a la Constitución Española de 1978 que establece y regula las relaciones con el resto de España y el régimen de autogobierno en el seno del Estado.

Lo cierto es que cada vez que en los tiempos que gobernaba el President Jordi Pujol dieron su apoyo al reconocimiento del derecho a la autodeterminación de Catalunya, esté se apresuraba a decir que una cosa era el reconocimiento del derecho, otra ejercerlo y otra, muy diferente, el resultado.
Sensible a la realidad y consciente de que la mayoría de la ciudadanía de Catalunya, ni es ni independentista ni quiere la independencia, el veterano dirigente nacionalista mantenía esa indefinición y ambigüedad calculada, con la que lanzaba guiños a los más nacionalistas, pero al tiempo buscaba no intranquilizar a los sectores económicos y sociales que le permitían continuar gobernando.

Ahora Artur Mas y el núcleo duro de CiU han roto esa ambigüedad y se declaran independentistas. ¡Es bueno saberlo!

Pues con ello, y a un año de las elecciones, nos ayudan a entender en que aventuras nos embarcarían si llegaran a gobernar y por qué están abogando por una sentencia negativa del Tribunal Constitucional al Estatut: la necesitan para liberarse del pacto en el que participaron para adecuarlo a la Constitución.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Contra la liquidez



No clamo contra la liquidez bancaria, o “cajaria”, que sigue siendo una de carencia importantes de nuestra economía, si no contra la volatilidad e inconsistencia en las actitudes, de quienes sólo se guían por la obtención de beneficios individuales y a corto plazo.

Una parte importante de los problemas económicos que hoy padecemos devienen del ensalzamiento y la práctica de actitudes basadas en la liquidez. La liquidez en los valores éticos, el menosprecio de la perseverancia, el compromiso y la constancia en el esfuerzo como mecanismos para alcanzar las metas y el desentendimiento sobre las consecuencias sociales que puede producir nuestra acción.

Como siempre ocurre y también en esta ocasión, las dinámicas económicas son a la vez causa y efecto de los cambios en las relaciones interpersonales y las nuevas normas sociales que rigen en la sociedad, lo que antaño llamabamos la superestructura social.

Coincido con aquellas voces que abogan por que los proyectos estén presididos por la solidez de los planteamientos, las propuestas y las actuaciones, ya sean estos de tipo empresarial, social, político, público o privado.

Bajo ningún concepto considero que esa solidez esté reñida con la capacidad de evolucionar y adaptarse a las nuevas demandas y necesidades sociales, las cuales, además, emergen fruto de los éxitos parciales en el camino hacia el progreso social. Ahora bien, soy de los que pienso que esa actitud de cambio y adaptación permanente sí que está reñida con “lanzar por la borda” aquello que de consistente existe en el proyecto a largo plazo que se ha venido construyendo.
Sólo si las nuevas propuestas son vistas como la adecuación del viejo (que no caduco) proyecto, se logrará mantener el compromiso de los que lo hicieron – y lo hacen posible - con su esfuerzo y a la vez añadirle el de los que se incorporan a partir de ahora. Para ello es necesario que esa continuidad sea compatible con el hecho que esas nuevas propuestas también sean la senda a transitar hacia el progreso social y económico que se espera alcanzar. Y no sólo deben serlo, sino que así deben ser percibidas, para que sea posible construir el nuevo compromiso que justifique el esfuerzo colectivo a realizar.

El “relato” que debemos hacer de lo que queremos, proponemos y vamos a hacer debería cumplir esas premisas.

En Catalunya se inicia un curso político, que acabará justo cuando empiece la campaña electoral autonómica. Por ello, sería deseable que en los discursos de las fuerzas políticas se conjugaran los dos tiempos, el futuro inmediato y el más lejano.

Que las propuestas a corto se correlacionen con el relato a largo.

Que se tenga presente en el momento de afrontar las urgencias, el día a día o lo inmediato, la inutilidad del regate en corto, que es imprescindible explicarnos y que en esa explicación también se hiciera evidente hacia qué modelo de sociedad y de país nos orientan.

En ese debate los socialistas tenemos mucho a ganar. Tenemos un proyecto sólido, con voluntad de permanencia en el tiempo y de transformación de la realidad, formulado con rigor y claridad, con el que la ciudadanía puede adquirir libre y conscientemente un compromiso duradero.

Si nos enredamos en los debates de aquellos que no pueden clarificar su proyecto porque, o no un tienen modelo de sociedad que ofrecer, o su modelo de país es la independencia de los referéndums d’Arenys y el pacto con el PP de Rajoy, entonces nos introduciremos en la Catalunya virtual de una minoría social.

En política la expresión de la liquidez es el electoralismo, esa actitud que impone decir y hacer lo que el marketing electoral determina en el momento y para cada momento.

Superar la liquidez en el discurso político supone un reto y un riesgo. El reto de ser consecuente y el riesgo de que al perder la ambigüedad no se abarque tanto espacio electoral. Por el contrario, el abandono de la liquidez en política no supone, como algunos arguyen, el paso al autismo sobre lo que piensa, necesita o quiere la ciudadanía y la convicción de ser el único poseedor de la verdad y las esencias, sino la afirmación de un proyecto que la gente puede conocer, valorar y hacerse suyo.

A pesar de los riesgos, siempre será más lo que se gana que lo que se pierde, con ello, pues sobre lo líquido difícilmente se construirá el futuro.