Si el Gobierno pretendía, con su negativa a pronunciar la palabra crisis, explicar que la actual situación de la economía española era diferente a las crisis de los años 80, 1993 o 2002, o hacer entender que, ahora, estamos en mejores condicionas que entonces y que las medidas que se tomaron entonces, no son las que ahora hacen falta !no lo ha conseguido!
Como le leí una vez a Josep Ramoneda: "La política es la distancia que hay entre la realidad y la percepción que tienen los ciudadanos". Si sólo nos guiamos por la realidad objetiva caeremos en la tecnocracia y, si sólo atendemos a las percepciones, en la demagogia. Entre ambos extremos está la política. La política de las cosas, no las cosas de la política.
Éste ha sido, y es, un debate político sobre la situación económica que demanda respuestas políticas. Pero una política no es solamente una suma de medidas, necesita de un relato que la vertebre, que le dé cuerpo.
Es decir, no se trata de hacer un debate académico sobre cuándo y cómo es técnicamente correcto hablar de crisis, sino que la gente conozca y perciba qué se está haciendo para afrontar la situación que vive y la angustia. No se trata de actuar sin rigor económico y con dramatismo, sino con medidas técnicamente correctas y socialmente equilibradas, que estén enmarcadas en un discurso que les dé una dimensión compacta, completa y solvente, y generen confianza.
Hoy conviene actuar teniendo en cuenta el corto plazo y también el medio y largo plazo al mismo tiempo, porque nuestra preocupante situación económica es el resultado de dos tipos de factores, unos externos con repercusiones inmediatas e intensas y otros internos con efectos más estructurales e importantes.
La mayoría de las actuaciones que anuncian y toman los gobiernos catalán y español se orientan a paliar el corto plazo y creo que tiene que ser así. Con ellas se busca: que los problemas del sistema crediticio y financiero no ahoguen proyectos empresariales viables, ni a los ciudadanos, mediante los créditos ICF o ICO; que no se hunda el sector de la construcción con planes de choque de vivienda; que se mantenga la capacidad de consumo de las familias y que las personas afectadas por el desempleo sean atendidas con la reforma de las políticas activas. Es decir, hacer que la rueda continúe girando.
Estas medidas a corto plazo son imprescindibles, pues sino supondría que se ha abandonado a los ciudadanos, y a los más débiles, a su suerte. Ahora bien, lo paliativo, aunque urgente, no puede impedir hacer lo importante.
La situación económica general ha puesto más de manifiesto, si cabe, el enunciado agotamiento de un modelo de crecimiento. Aquél que se ha basado en el "ladrillo", la producción de bajo valor añadido y el consumo interno. Retornar a una senda de crecimiento, esta vez más sana, requiere actuaciones a medio y largo plazo que profundicen los cambios iniciados en la anterior legislatura.
Ayudar personas y empresas a mejorar la forma y el contenido de la producción de bienes y servicios con más calidad y valor, a formarse a lo largo de toda su vida o dotarnos de las infraestructuras físicas (viarias, ferroviarias, portuarias y aeroportuarias) de suministros básicos (agua o electricidad) o del conocimiento (parques o centros tecnológicos), aunque sus efectos se demoren en el tiempo, no los podemos obviar, son caminos que se tienen que hacer y que no tienen atajos. Si intentamos evitarlos, volveremos a tropezar.
Unas acciones no se pueden, ni se deben, contraponer a las otras, porque son complementarías y no contradictorias. Pero en todo caso, se tienen que aplicar y explicar para que puedan ser asumidas como el esfuerzo que, todo juntos, tenemos que hacer para salir de la crisis sin desatender en la parte más débil de la sociedad.
Como le leí una vez a Josep Ramoneda: "La política es la distancia que hay entre la realidad y la percepción que tienen los ciudadanos". Si sólo nos guiamos por la realidad objetiva caeremos en la tecnocracia y, si sólo atendemos a las percepciones, en la demagogia. Entre ambos extremos está la política. La política de las cosas, no las cosas de la política.
Éste ha sido, y es, un debate político sobre la situación económica que demanda respuestas políticas. Pero una política no es solamente una suma de medidas, necesita de un relato que la vertebre, que le dé cuerpo.
Es decir, no se trata de hacer un debate académico sobre cuándo y cómo es técnicamente correcto hablar de crisis, sino que la gente conozca y perciba qué se está haciendo para afrontar la situación que vive y la angustia. No se trata de actuar sin rigor económico y con dramatismo, sino con medidas técnicamente correctas y socialmente equilibradas, que estén enmarcadas en un discurso que les dé una dimensión compacta, completa y solvente, y generen confianza.
Hoy conviene actuar teniendo en cuenta el corto plazo y también el medio y largo plazo al mismo tiempo, porque nuestra preocupante situación económica es el resultado de dos tipos de factores, unos externos con repercusiones inmediatas e intensas y otros internos con efectos más estructurales e importantes.
La mayoría de las actuaciones que anuncian y toman los gobiernos catalán y español se orientan a paliar el corto plazo y creo que tiene que ser así. Con ellas se busca: que los problemas del sistema crediticio y financiero no ahoguen proyectos empresariales viables, ni a los ciudadanos, mediante los créditos ICF o ICO; que no se hunda el sector de la construcción con planes de choque de vivienda; que se mantenga la capacidad de consumo de las familias y que las personas afectadas por el desempleo sean atendidas con la reforma de las políticas activas. Es decir, hacer que la rueda continúe girando.
Estas medidas a corto plazo son imprescindibles, pues sino supondría que se ha abandonado a los ciudadanos, y a los más débiles, a su suerte. Ahora bien, lo paliativo, aunque urgente, no puede impedir hacer lo importante.
La situación económica general ha puesto más de manifiesto, si cabe, el enunciado agotamiento de un modelo de crecimiento. Aquél que se ha basado en el "ladrillo", la producción de bajo valor añadido y el consumo interno. Retornar a una senda de crecimiento, esta vez más sana, requiere actuaciones a medio y largo plazo que profundicen los cambios iniciados en la anterior legislatura.
Ayudar personas y empresas a mejorar la forma y el contenido de la producción de bienes y servicios con más calidad y valor, a formarse a lo largo de toda su vida o dotarnos de las infraestructuras físicas (viarias, ferroviarias, portuarias y aeroportuarias) de suministros básicos (agua o electricidad) o del conocimiento (parques o centros tecnológicos), aunque sus efectos se demoren en el tiempo, no los podemos obviar, son caminos que se tienen que hacer y que no tienen atajos. Si intentamos evitarlos, volveremos a tropezar.
Unas acciones no se pueden, ni se deben, contraponer a las otras, porque son complementarías y no contradictorias. Pero en todo caso, se tienen que aplicar y explicar para que puedan ser asumidas como el esfuerzo que, todo juntos, tenemos que hacer para salir de la crisis sin desatender en la parte más débil de la sociedad.
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