miércoles, 26 de mayo de 2010

El tocino y la velocidad


Siempre se ha advertido del riesgo de confundir el tocino con la velocidad, la gimnasia con la magnesia o el déficit con la deuda.

Duran Lleida con su propuesta de vender AENA, planteada como alternativa a las medidas para reducir el déficit público, ha cometido este error. O, por el contrario, ha pretendido "pescar" en rio revuelto.

Vender una empresa pública produciría unos ingresos extraordinarios, no por la cantidad que se obtuviera sino porque serían irrepetibles, ya que una vez vendida no se podría repetir la operación.

Si estos ingresos excepcionales se destinaran a pagar la deuda pública española, se haría un mal negocio, ya que hoy seguimos teniendo una de las deudas públicas más bajas de los países desarrollados y esta operación sólo aligeraría nuestro nivel de gastos en una pequeña cantidad, el 2 o el 3% de lo conseguido en la venta y por extensión en sólo unas décimas del total de la carga anual de la deuda pública

Si, por el contrario, estos recursos extraordinarios se destinarán a reducir el déficit, sería una equivocación, un espejismo. Ese año sí pero el año siguiente su efecto se habría dilapidado, pues con eso ni reduce el gasto ni se consolida en los ingresos. Y eso es el déficit: la diferencia entre ingresos y gastos.

Así pues continuaríamos con el mismo déficit, o más porque se producirían los ingresos, y sin la empresa pública.

Salvo que CiU espere mandar más en el aeropuerto de El Prat a partir de la empresa comparadora, no se observa ningún beneficio económico, político o social de la venta de los servicios aeroportuarios que no de AENA, ya que la navegación aérea (el servicio de controladores) no se puede vender, debido a las regulaciones y obligaciones internacionales que tiene asumido el Estado, en su condición de policía aérea.

De nuevo, antes que definirse y mojarse, CiU opta por hacer una huida hacia delante, porque ni hace propuestas posibles y útiles, ni apoya a aquellas, que a pesar de ser duras tienen como objetivo recomponer la economía y mantener al máximo la cobertura social.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Endurecer el ajuste

El Gobierno anunció la semana pasada las duras medidas con las que pretende acelerar el proceso de ajuste de la economía española, que había presentado en Enero ante la UE mediante el Plan de estabilidad 2009-2013, siendo aceptado entonces.

Aquel era un plan escalonado y por ello menos duro.

Un plan que cumplía con el compromiso europeo que el déficit conjunto de todas las administraciones públicas bajara desde el 11'2% actual hasta el 3%, en el 2013. Para ello, acompasaba la recuperación del crecimiento económico, el inicio de la creación neta de empleo, con la retirada de las ayudas públicas de apoyo al crecimiento y el mantenimiento de la protección social. Finalmente, no ha podido ser.

La cruel paradoja es que ese endurecimiento del ajuste llegue en el mismo momento que España sale técnicamente de la recesión.

La explicación a ese giro cabe encontrarla en la respuesta conjunta de Europa a los ataques especulativos contra el euro: se ha exigido a ella misma más rigor presupuestario y reformas estructurales.

Europa necesita acudir al envite para embridar a los mercados, es decir regularlos, con menor dependencia de ellos, por eso crea un fondo de ayuda mutua de 750.000 M€ y fuerza la marcha de los ajustes.

Ahora bien, si el objetivo no lo pone casi nadie en duda, el camino emprendido sí. La oposición de los sindicatos a los recortes salariales estaba cantada, pero el desacuerdo con fuerzas políticas que han venido reclamando medidas similares resulta difícil de explicar.

miércoles, 5 de mayo de 2010

La crueldad de los mercados


Se sabía: ¡los mercados no tienen corazón! Pero lo de Grecia, ralla la crueldad y el sadismo.

Los mercados de capitales y algunas de sus entidades más significativas como Goldman Sacks – maliciosamente traducido como el “hombre de los sacos de oro” – a cambio de suculentos beneficios, colaboraron con el anterior gobierno conservador en la generación y ocultación de una difícil situación financiera del país. No es de extrañar, sus prácticas le han supuesto una demanda por estafa, pues engañaba a sus clientes “colocándoles” bonos basura que les producirían pérdidas, mientras se “forraba” invirtiendo ese dinero en operaciones buenas.

Justo cuando el nuevo gobierno socialista, puso encima de la mesa la gravedad de la misma y planteo un ajuste duro, pero asumible, para recomponerla, los mercados se encarnizaron con el país helénico “negándole el pan y la sal”.

Aquellos, que Ramon Jauregui acertadamente han calificado de “chupasangres”, han especulado con su deuda soberana. Y lo han conseguido. El bono griego, ha necesitado, compensar la pérdida de confianza que ellos mismos transmitían y alentaban con un tremendo encarecimiento del interés que deberá pagar por el dinero que le prestaran.

Ello significara, más recursos económicos para hacer frente a la deuda pública y desgraciadamente, menos para atender a las políticas dirigidas al fomento de la actividad económica y la protección social.

La Unión Europea ha sido excesivamente lenta en responder. Algunos países y dirigentes han tratado el tema como si este fuera un problema exclusivamente nacional. La vuelta a los mismos y equivocados principios liberales y no intervencionistas por los que el anterior presidente norteamericano, George Bush, dejó caer Lehman Brothers, desatando la crisis financiera que todavía padecemos, han agravado el caso griego y debilitado toda la zona euro.

Las egoístas visiones nacionales o los intereses electorales de Angela Merkel, explican, pero no justifican, tanta miopía política, económica y social, porque finalmente las consecuencias se han trasladado a toda la UE.

Esos mercados y mercaderes que no tuvieron reparo alguno en exigir millonarios rescates públicos para sus negocios privados, ahora claman por la reducción del excesivo crecimiento del déficit y el consiguiente endeudamiento público producido, en gran manera, por: las ayudas directas que han tenido que hacer al sector financiero; el descenso de los ingresos, fruto de la crisis económica que han generado; y el incremento del gasto público para desarrollar actuaciones anti cíclicas que la compensen. Y utilizan ese “mantra” para reclamar que los gobiernos impongan más y más sacrificios a los ciudadanos (recortes sobre salarios, pensiones, protección social).

Su drástica y cruel receta hace dudar a prestigiosos economistas sobre su utilidad, pues podría producir una recesión tan grave que impedirá retornar lo prestado, abriendo una espiral muy peligrosa.

A pesar de ello, continúan exigiéndola.

¿Por qué? Porque en el fondo lo que se está discutiendo no es cuál es la solución técnicamente correcta desde el punto de vista económico. Lo que está en juego es quien contralará, a partir de ahora los mercados. Si serán los intereses de los mercaderes o los de la ciudadanía mediante la dirección y control de las normas que impongan los poderes públicos democráticos.

¡Europa y el G-20 deben reaccionar y embridar la crueldad de los mercados! Antes de que la aplicación de sus recetas nos maten a todos.