miércoles, 26 de noviembre de 2008

Salir del túnel


La única certitud cuando uno se encuentra dentro de un túnel es que hay una salida. Como mínimo hay una, aquella por la que se ha entrado.

Pero que haya UNA salida, no significa que esa sea LA salida.

Si el símil del túnel lo aplicamos a la difícil situación económica en la que estamos, fácilmente concluiremos que ni retroceder al pasado - hacia la salida conocida -, ni resignarnos a vivir en él, son opciones aceptables social o económicamente. La solución es marchar hacia adelante.

Salir del túnel implica determinación, dirección y confianza.
- Determinación para afrontar las adversidades, avanzando y no ensimismándonos en la perplejidad, la queja estéril o la quimera imposible,
-Dirección para fijar los objetivos que podemos y necesitamos alcanzar y
-Confianza en nuestras propias fuerzas y capacidades.
Eso fue lo que planteó el Presidente Montilla, en su conferencia con motivo del balance de los dos años de su gobierno.

En ningún momento negó la gravedad de la situación. Reconocer un problema es la primera condición para superarlo, la segunda es el trabajo esforzado e inteligente. Por eso, y parafraseando a Picasso, afirmó: “Por grandes que sean los problema, más vale que siempre nos cojan trabajando”.

Siguiendo su peculiar estilo de normalizar lo épico, asumió la responsabilidad de liderar las medidas a corto, en su gran mayoría paliativas, y las opciones estratégicas que nos permitirán salir del túnel cohesionados socialmente y más preparados económicamente.

Como no es lo que “se lleva últimamente”, es de agradecer su sinceridad. Sobretodo cuando dice que sólo con trabajo, tenacidad, rigor, creatividad, ambición, y unidad, saldremos del túnel. A esa tarea fue a la que llamó a la sociedad y a las fuerzas sociales, económicas, culturales y políticas.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

¿Aprovechar o aprovecharse?


Ante los problemas y las crisis económicas, hay dos tipos de personas: aquellas que las aprovechan y aquellas que se aprovechan de ellas. Poniendo un ejemplo quizás se entienden mejor las diferencias.

La crisis económica es una es una gran oportunidad para bajarnos de una economía falsa, hecha a base de especulación y recuperar valores como la solidaridad, la austeridad de vida, la sencillez“, eso declaraba el Superior de los jesuitas, el español Adolfo Nicolás, hace unos días en Barcelona.

Casi al mismo tiempo pero en un seminario del opusdeista IESE, el presidente de Renault España, Juan Antonio Fernández de Sevilla, decía: “El mundo se divide entre los países low cost y el resto. A España nos colocan fuera del grupo de bajo coste, y somos tan tontos que nos alegramos de ello”. Y eso que los salarios españoles son todavía la mitad de los alemanes, aunque superiores a los que rigen en los nuevos socios de la Europa del Este. Su solución es situarnos en esos niveles salariales y a la vez exigir ayudas públicas para que sus costes bajen.

Por el contrario, otro alto directivo español de una multinacional americana del sector auxiliar del automóvil, José María Alapont, afirma: “Que España haya dejado de ser un país de bajo coste es positivo, porque significa que ha mejorado económicamente, pero también que ya no podemos seguir como cuando era un país barato. Ahora sólo puede competir con más tecnología y más innovación”.

Un mismo hecho, dos soluciones diferentes.

Una, aprovecha la crisis para mejorar, mediante el esfuerzo y los cambios necesarios para reconstruir un futuro renovado y posible. La otra, se aprovecha de las circunstancias, exigiendo - a los demás, claro está - sacrificios y renuncias sociales pero sin modificar las causas que están detrás de los problemas, con ello rearma una bomba que acabara estallando de nuevo, porque reproduce las condiciones que nos han conducido hasta esta situación.

¿Qué opción eligirán nuestras empresas, empresarios, dirigentes sociales o políticos? Según cuál sea, así no irá.

Y en gran medida dependerá de lo que hagamos, por eso debemos aprovechar esta situación para que se recuperen la salida de la crisis no se haga a costa de las avances sociales que sean han protagonizado, para que no la padezcan más los más débiles y para que los valores que vuelvan ha implantarse sean aquellos que pone la economía productiva al servicio de las personas y no las personas al servicio de la economía especulativa. En suma para que los que nos han metido, encima, no se aprovechen del resto.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Flexibilidad exigente


Flexibilidad debe ser un concepto maldito. Cada vez que el Presidente Montilla lo introduce en alguno de sus discursos se arma.
Hace unos meses fue a cuenta de la financiación autonómica y ahora en relación con las consecuencias laborales de la crisis económica.
En los dos casos, abogaba por el mismo método para solucionar los problemas: exigencia y flexibilidad, para alcanzar buenos acuerdos y soluciones a los problemas.
Una vez enunciado el concepto, se dispararon las interpretaciones y las respuestas airadas. En ellas los "replicadores", para hacerse valer ante los suyos, le exigían que lo arregle todo, sin ceder nada.
No es nuevo, acostumbra a ser la posición de aquellas personas que se interesan más por los conflictos que por sus soluciones, pues buscan aprovecharse de su existencia para su promoción personal, que anteponen sus intereses a los quienes dicen, o quieren, representar.
Realismo en el reconocimiento de los problemas, firmeza en los planteamientos, atención a quien lo necesita, optimismo y confianza en nuestras fuerzas y en nuestro esfuerzo, liderazgo de los cambios y flexibilidad en la concertación; con estos mimbres se afrontaron y superaron en el pasado problemas. Que todo sea dicho de paso, eran tan, o más, graves que los actuales.
Algunos de los dirigentes políticos, empresariales o sindicales, no han vivido esta experiencia, no la hacen suya, ni la quieren hacer. Han "crecido" en los años de bonanza y los cuesta presentarse delante de la gente y decirles que "tenemos que volver a luchar, volver a sufrir, para volver a vencer" los problemas.
Están demasiado acostumbrados a no tener que asumir problemas, sino a repartir dividendos. Montilla, no. Él ya ha vivido y ha coprotagonizado procesos equivalentes - que no iguales- al actual, por eso cuando habla, habla claro y se lo entiende. Por eso, no hace ni demagogia, ni vende humo.
Sin acuerdos no habrá soluciones, ni en la financiación, ni en los expedientes de regulación (incluida Nissan), pero alcanzarlos requerirá, de todas las partes, buscarlos y una actitud de exigencia flexible.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Responsabilidad, no actos de fe


Fe es creer en lo que no se ve. A CiU nadie le pide que haga actos de fe, lo que la gente espera de ellos es que sean responsables.
Inmediatamente después de que el Gobierno de Cataluña hiciera público el anteproyecto de presupuestos para el 2009, los portavoces de la coalición nacionalista anunciaban que los rechazarían. Aunque no los conocían, porque no habían tenido ni tiempo de estudiarlos, dijeron que los rechazaban porque no se los creían. Nadie les pide que apoyen lo que conocen, pero si les es exigible que no rechacen lo que desconocen.
2009 será previsiblemente un año difícil, la evolución de la económica así la augura. Las líneas maestras que contiene el proyecto de presupuesto elaborado por el equipo que lidera el Conseller Castells se ajustan a lo posible y necesario. Que no es otra cosa que contener el gasto corriente - congelación de los salarios de los altos cargos incluida - e incrementar los recursos para atender las necesidades del país: mejorar las infraestructuras, incrementar la investigación aplicada a la producción y la atención de aquellas personas que más lo necesitan.
Los presupuestos se podrán mejorar trabajando, codo con codo, con el Govern de Catalunya. Rechazándolos, sin conocerlos y sin proponer alternativas, no. En lugar de oposición tendría que practicar la proposición y más cuando se trata de dar salidas a los problemas de las personas que viven en Cataluña.
De nuevo sus estrategas se equivocan, anteponen sus intereses partidarios de volver al Gobierno a los de las personas que quieren representar.
Se olvidan de que la mayor preocupación de la gente, hoy, es que desde la política se trabaje conjuntamente contra la crisis, no que se utilicen sus problemas para hacer política.
Los gobiernos (el catalán y el español) están tomando medidas para afrontar los problemas de las entidades financieras, pero también se preocupan y se ocupan de los problemas de las personas de a pie. Intentan que el máximo número de ellas continúen trabajando, que si pierden su trabajo se recoloquen, se formen, o puedan continuar haciendo frente a los pagos de sus hipotecas.
A la oposición, cómo no está en el gobierno, no se le pide nada de todo eso, ni que haga actos de fe en relación al gobierno, sólo responsabilidad. Y ni eso son capaces de hacer.