miércoles, 20 de mayo de 2009

Debatir el futuro económico


Un debate abrió otro debate.

El cambio de modelo económico fue el nuevo debate que el Presidente del gobierno abrió, la semana pasada, a cuenta del debate sobre el estado (económico) de la nación.

Fijar un objetivo a largo plazo, puede ser una acción de liderazgo o una estrategia de despiste, depende.

Se lidera si se es capaz de definir objetivos claros y asumibles a medio plazo y largo plazo, los cuales den sentido a los esfuerzos y sacrificios que deban realizarse en el corto plazo. Y ello no sólo porque se asuman resignadamente, en base a la aplicación de la teoría del mal, sino porque ese escenario que se dibuja tenga capaz de entusiasmar.

La historia está llena ejemplos donde los lideres han llamado a “volver a luchar, volver a sufrir, para volver a ganar” o como hizo Winston Churchil con su: “para ganar la guerra solo puedo prometerles sangre, sudor y lágrimas”.

Por el contrario, se crea frustración, despiste o ensoñación colectiva si la gente percibe que no hay un equilibrio razonable entre esfuerzo y expectativas o que los objetivos son un escenario tan idílico que resulta poco creíble. Hace tiempo que se sabe que “nadie da duros a cuatro pesetas” o que ese futuro, no es el futuro, si sólo se puede alcanzar mediante esfuerzos sobrehumanos o actitudes heroicas que solo unos pocos puedan - y estén dispuestos - a realizar.

Ya casi nadie discute que España y Catalunya, para salir de la crisis y reabrir una senda de crecimiento económico sano y duradero, deben transitar hacia una economía cada vez más abierta al mundo que base su potencia y competitividad en la mejora de productos y procesos, a base de incorporarles valor – que no precio –y calidad.

Entonces, ¿cuál es el debate? Pues, el patrón de crecimiento, es decir, el de siempre, el cómo conseguirlo. No se cuestiona dónde vamos, pero sí el cómo.

Para alcanzar, lo más rápidamente posible, el modelo económico y productivo al que aspiramos, desde ya, hemos de alinear nuestro patrón de crecimiento para que nos acerque a él, no para que nos aleje. Hemos de crecer basándonos en lo que tenemos para llegar hasta donde queremos. No podemos ni debemos dar saltos en el vacío.

Aunque, eso sí, no se trata de repetir lo que se hecho hasta ahora y mucho menos como se ha hecho, lo que hoy tenemos también debe de cambiar. Puede ser la base, pero no se será el futuro si no se dirige hacia ese modelo económico que esperamos alcanzar e incorpora sus valores.

Un ejemplo para que se entienda: la construcción.

Hay un acuerdo generalizado en que el exceso de construcción de viviendas fomentado para la especulación, es de los detonantes del problema económico, porque nos ha desviado del proceso de renovación y modernización que debíamos seguir, ha endeudado a empresas y familias y ha inmovilizado mucho capital.

Pero eso no significa que la construcción residencial sea intrínsecamente mala y en consecuencia se deba abandonar. Lo que hay que evitar es el exceso de producción, ese que no tiene como objetivo satisfacer el derecho al acceso a la vivienda.

En España se calcula que la demanda que corresponde a necesidades reales - no las especulativas - se sitúa alrededor de las 400.000 viviendas/año, los últimos años se llegaron a producir entre 800.000 y 900.000 unidades.

En consecuencia, volverá la construcción de viviendas, pero no será el motor de la recuperación, en todo caso uno de los motores, pero no EL motor. Y eso será bueno porque la mitad de los empleos perdidos en España en el último año lo han sido en la construcción.

Eso ocurrirá una vez el ajuste de unos precios desorbitados y la circulación del crédito permita que las viviendas ubicadas en entornos urbanos sean ocupadas.

Tendremos de nuevo, construcción pero será diferente. Primero, el sector tendrá menos peso en nuestra economía, la producción estará orientada a las necesidades reales y la forma de construir cambiará.

Nuestra construcción es demasiado artesanal y por ende más cara de lo que debería. No será totalmente nueva pero será diferente. Habrá que “industrializar” la construcción de la vivienda haciendo posible una reducción de costes sin reducir la calidad, ni las prestaciones sociales ni el cuidado medio ambiental. Habrá que formar a la gente de la construcción para trabajar en ese “renovado sector maduro”.

Será algo parecido a lo que hicimos con el automóvil o con la electrónica de consumo, hace años, que ha permitido obtener productos mejores, con más prestaciones y sin que eso deba suponer más precio.

Digámoslo claro, la solución hoy no es la política económica, fiscal y laboral de los 80, cuando se busca que el motor del empleo fueran: la construcción y la actividad manufacturera de bajo valor y costes.

Hoy el objetivo es un nuevo modelo económico de más valor añadido, que alcanzaremos con un patrón de crecimiento acorde a él, no al del pasado que pretendemos dejar.

Quien no esté acuerdo que explique hacia pretende llevarnos, cómo y que nos costará.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Basarse en lo conocido


Los consejos más útiles acostumbran a ser los más simples.

Uno de los expertos que asesoran al Govern Montilla sobre el recorrido que debe seguir la economía catalana recomendó: basarse en lo conocido y avanzar decididamente en nuevos sectores económicos”.

No en todos a la vez y menos al mismo tiempo. Se debe priorizar – léase invertir de forma potente - en aquellos en los que razonablemente podamos despuntar para alcanzar la masa crítica y la excelencia necesaria. También en ese segmento volverá a ser imprescindible basarse en lo conocido, aprovechando lo que tenemos y conocemos y no dar saltos en el vacío.

Ese es un buen consejo. Racional y simple, además de claro y aplicable.

Existe una unanimidad, casi empalagosa, en que debemos cambiar nuestro modelo productivo. “Se ha invertido mucho en el ladrillo y poco en cerebros” o “Menos ladrillos y más ordenadores” son buenos resúmenes de los problemas del modelo seguido en los últimos años y de la orientación del que debemos seguir en el futuro.

Dicho eso, el problema aparece cuando hay que concretar.

En ese sentido, hay que evitar que la apelación a la I+D+i se haga de forma inconcreta y generalista, porque corremos el riesgo de mellar uno de los instrumentos más potentes que tenemos. Hay que rehuir presentarla como el bálsamo, casi milagroso, que como en el anunció de una aseguradora lo arregla “todo, todo y todo”. Esa imagen hace que las personas en paro, las ocupadas y las empresas, desconfíen de ella, pues no la perciban como aplicable sobre lo conocen.

Un objetivo que no se entiende, se transforma en inalcanzable. Nadie se compromete y se esfuerza por alcanzar aquello que no entiende, o no ve útil. Ello obliga a dos ejercicios, uno de concreción y otro de explicación. Por y para eso, es muy útil basarse en lo conocido.

Salir de la crisis y recuperar la senda de crecimiento no supone que todo lo que se haga deba ser nuevo, aunque, eso sí, deberá ser diferente.

Es cierto que nuestra economía debe basarse en la producción de bienes y servicios, en lugar de la especulación financiera, que con salarios bajos y condiciones precarias no avanzaremos, que ha de mejorar lo qué hacemos, y cómo lo hacemos y también la formación y capacitación de las personas que lo hacen y harán.

Por ello, es un buen consejo que se recomiende no despreciar la potencia económica y ocupacional de sectores maduros, como por ejemplo el turismo o el automóvil, y que se luche porque no devengan obsoletos. A eso habrá que añadir lo nuevo, en la industria y en los servicios, para compensar lo que, desgraciadamente, no tendrá futuro porque su modernización es insuficiente para que recuperen la competitividad internacional que necesitan.

Ese es un mensaje positivo. Hace más entendible el horizonte y asumibles los esfuerzos que empresarios y trabajadores harán para cambiar, para mejorar, para formarse, porque lo harán sobre lo que conocen.

Basarse en lo conocido, no es apalancarse en el pasado, sino la palanca para alcanzar el futuro.

miércoles, 6 de mayo de 2009

¿PARA EL PARO?


No, no para el paro, pero frena su crecimiento.

Los datos sobre el desempleo - y el empleo - del mes de abril no representan un alivio total sobre el susto que comportaron los pésimos resultados de la encuesta de población activa (EPA) referida al primer trimestre de 2009, pero apuntan a que se frena su carrera desbocada.

En términos globales en ambas estadísticas hay una información coincidente: se han perdido más de 1.300.000 empleos en un año.

Ahora bien, siempre es muy conveniente discernir dónde se han perdido y porqué, si es posible, ese ingente número de empleos. Esa información es relevante para entender que está sucediendo, pero sobretodo, para actuar de forma correcta y eficaz.

A través de los datos de la Seguridad Social del mes de abril de 2009 se puede comprobar que en el último año más de la mitad del empleo perdido lo fue en el sector de la construcción y una cuarta parte más en la industria manufacturera. Si a esa pérdida se le suma la acontecida en el comercio y las actividades administrativas, se alcanza casi la totalidad de la sangría ocupacional que estamos padeciendo. Ahí está el problema.

Un problema que como señala A. Recio, tiene más que ver con la estructura económica que con la regulación del mercado laboral. Pues, y para confirmar esa tesis, incluso en estos momentos de descenso de la actividad económica y con la misma regulación laboral existen sectores en los que se ha creado empleo.

Son los sectores de actividad relacionados con los servicios a las personas, (salud, educación, ocio y restauración), la satisfacción de sus necesidades básicas, (agua, energía y saneamiento) y los servicios a las empresas. Ahí hay algunas soluciones.

Primero habrá que parar el paro y luego recuperar el empleo. Las dimensiones son excesivamente grandes como para esperar soluciones milagrosas y rápidas. Sin una recomposición del sistema financiero internacional, no será posible una recuperación de la economía productiva, pero lo primero, no producirá automáticamente lo segundo. ¡Y eso requiere tiempo! Las personas que padecen el paro necesitan ayuda para pasarlo.

Por eso necesitamos medidas económicas y sociales urgentes y también de reformas profundas a más largo plazo. Una equilibrada combinación de Planes “E” y transformaciones intensas en el tipo de crecimiento económico y las instituciones que lo gestionan.

Recuperar el empleo, sí, ¿pero dónde? ¿Todo debe ser nuevo y novedoso?

No, claro que no, todo no será nuevo pero deberá ser diferente. Evidentemente habrá construcción de nuevo (posiblemente la mitad de la que había), pero LA solución no está sólo en ella. Sólo absorberemos el desempleo si le sumamos una industria capaz de exportar mejores productos y más competitivos, y unos servicios más robustos y de calidad. Para conseguirlo nos hará falta invertir decididamente en internacionalización de la producción, conocimiento aplicado y formación de las personas.

El derrotismo de: “¡no lo conseguiremos, debemos volver!”, o la nostalgia del beneficio fácil y rápido en el que se había instalado nuestra economía, no son tampoco la salida. Al contrario, son un nuevo acelerador para llegar rápidamente a la próxima crisis económica.

Todos los esfuerzos y los sacrificios de la sociedad para parar el paro se han de encauzar a acordar como recorrer ése camino y remover los obstáculos, no a plantearnos falsos, o viejos, dilemas.

Ahí es donde se comprobará qué se propone y hacia dónde se orienta cada uno en la salida a la crisis.