jueves, 5 de enero de 2012

El empleo es la solución

El déficit de las finanzas públicas es consecuencia de la crisis y no al revés.

La raíz de los desequilibrios de los presupuestos públicos es necesario encontrarla en el descenso de la actividad económica y no en la existencia de un sector público sobredimensionado. Basta compararlo con la media europea para darse cuenta que la actual dotación de infraestructuras públicas o el grado de desarrollo del Estado del Bienestar aún no han alcanzado ese nivel, y ello a pesar de los indudables avances que se han producido, tanto en Cataluña como en España.

Estos (infraestructuras y Estado del Bienestar), y no otros, han sido en los últimos años los grandes factores del gasto público que - como ya decía en mi post anterior - ni producían déficit, es más había superávit, ni generaban un nivel de endeudamiento excesivo, porque la actividad económica y el empleo asociada a ella hacían que la recaudación fiscal fuera suficiente. Y eso con una presión fiscal más débil, también en términos relativos europeos.

El exceso de actividad económica que aportaba el sector inmobiliario permitía la aparente paradoja de una baja presión fiscal con una alta recaudación. Tanto que permitía al mismo tiempo: tener superávit, después de incrementar las políticas sociales (cheque bebé, incremento pensiones mínimas, ley dependencia...), incrementar las inversiones en infraestructuras, amortizar deuda pública y, incluso, realizar alguna rebaja de impuestos.

Sin embargo, el talón de Aquiles de este "modelo" de crecimiento económico era, por un lado el mantenimiento de una actividad poco competitiva a nivel internacional, basada en productos y procesos de poco valor añadido que desequilibraba nuestra balanza comercial, ya de de por si desequilibrada debido a nuestra dependencia energetica, y por la otra que la financiación de la parte especulativa de la actividad inmobiliaria no se realizó con recursos internos sino que fue propiciada y financiada por la llegada de generosos flujos de capitales privados europeos e internacionales, canalizados mediante unas no menos generosas entidades financieras españolas. Así mientras el gobierno ahorraba y se desendeudaba, el sector privado (entidades financieras, empresas y familias) gastaba y se sobreendeudaba.

Cuando el sector financiero internacional entra en crisis, la traslación de este endeudamiento privado se vehicula hacia el sector público. Vía avales, primero, el FROB después i el rescate de las entidades fallidas actualmente. Todo ello a fin de evitar el colapso del sistema financiero, pero sin poder evitar el del sistema crediticio. Es decir, estamos salvando las instituciones, pero no su función social y económica, vehicular el crédito y además sin exigir responsabilidades a las personas o instituciones responsables.

Estas actuaciones, más el incremento de la necesidades derivadas de la crisis económica y el descenso de la recaudación fiscal fruto de la menor actividad económica son quienes generan la aparición de un potente déficit. Vistas así las cosas no cuesta tanto entender que el déficit de las finanzas públicas es consecuencia de la crisis y no al revés.

Sin embargo, el déficit público se presentando como el fundamental responsable de la crisis y la lucha contra él como el único mecanismo para superarla. La realidad es muy diferente a este discurso.

Después del primer ejercicio completo en el que se han aplicado las políticas de ajuste, sin los necesarios contrapesos destinados a la reactivación económica, el resultado es una nueva recesión.

Si hasta mayo de 2010 con una política que combinada rigor presupuestario y medidas de estímulo se apuntaba un ligerísimo repunte en la creación de empleo, verdadero indicador de la superación de la crisis, después con la política de austeridad presupuestaria, excesivamente drástica y rápida, propiciada en Europa ha supuesto más destrucción de empleo y más creación de paro que el año anterior.

Sin creación de empleo no hay consolidación fiscal posible. Subir los impuestos puede ser necesario, pero no es suficiente. Hoy, para crear empleo hay que recuperar la circulación del crédito y las medidas de estímulo. Y aquí está el problema, no se ven y las que se conocen, o se anuncian, no apuntan en una esta dirección.

Favorecer la competitividad en base a salarios bajos, congelando el SMI, en lugar de favorecer la R+D+i, que ve recortada su inversión, o favorecer la rebaja del coste del despido en lugar de promocionar la flexibilidad interna, no es la manera para salir de la crisis, sino para revivir lo que nos ha llevado hasta aquí.