En Catalunya, 20.800 personas han salido del paro el segundo trimestre de este año. Es la parte de España donde más ha bajado, según la encuesta de población activa (EPA).
Ese descenso adquiere más valor, si cabe, si tenemos presente que lo que se ha producido en el conjunto de España, en este mismo periodo, ha ido en el sentido contrario. El paro crecía en 126.700 personas.
Esto es así ahora, pero hace solo tres meses el signo de los acontecimientos era totalmente diferente, donde más crecía el paro era en Catalunya.
Para poder entender esas oscilaciones, cuando formamos parte de una misma área económica, estamos sometidos a los mismos problemas globales y compartimos la misma regulación económica y laboral, conviene no olvidar que aquello que se ha venido a definir como paro no es sino la diferencia entre el número de personas que quieren trabajar y los empleos que la sociedad ofrece.
Esa es la razón de que habitualmente se asocie el crecimiento del paro con la destrucción de empleo y viceversa. Pero, no siempre es así, ni tiene porque serlo. El paro puede crecer porque se destruya empleo, pero también porque el crecimiento del número de puestos de trabajo sea insuficiente para dar satisfacción a la incorporación de nuevas personas al mercado de trabajo. Eso sucedía hace un año, crecía el empleo y el paro.
Pero también puede ocurrir lo contrario, que es lo que se ha producido en Catalunya este trimestre.
Así pues la paradoja es que el buen dato del descenso del paro en Catalunya se explica como el fruto de otras dinámicas no tan positivas. La primera, que se “han retirado” del mercado de trabajo más de 60 mil personas, aunque casi la mitad sean jóvenes que vuelven a los estudios, y la segunda que han desaparecido más de 40 mil empleos, en su inmensa mayoría de la industria manufacturera.
En ese sector, y más en concreto en las actividades intensivas en mano de obra y de no mucho valor añadido, en la construcción - sobredimensionada por la especulación - y en el comercio, inducido por ellos y el exceso de endeudamiento familiar y empresarial, han desaparecido 8 de cada 10 de los empleos que se han perdido el último año.
Sin un cambio en las bases que han creado el problema (especulación financiera, excesivo endeudamiento de empresas y familias, así como una producción y productos de poco valor) no se producirá una recuperación suficiente y duradera del crecimiento económico y posteriormente del nivel de empleo. Solo habrá huidas hacia adelante y un volver alimentar la próxima crisis.
Por eso, superados los calores del verano, será bueno que se recomponga el dialogo social entre gobierno, patronal y sindicatos, pensándolo y orientándolo hacia la consecución de acuerdos sobre las reformas de fondo necesarias para que la transición que permita el desarrollo de nuevos sectores y la modernización competitiva de muchos de los que tenemos sea lo más rápida y lo menos traumática posible.
Como siempre será necesario que esos objetivos a medio y largo plazo estén acompañados de planteamientos más cortoplacistas que ayuden a rellenar con seguridad la distancia temporal que hay entre la situación actual y la consecución de ese sistema productivo más sostenible, como el incremento del periodo de prestación del paro o la prolongación de los días que la regulación de empleo “no consume prestaciones”
Conseguir que el proceso de diálogo sobre las reformas no se paralice de nuevo, o pueda arrancar, requerirá más allá de las llamadas “líneas rojas” que las actitudes estén orientadas hacia el acuerdo, no a la imposición de una parte sobre la otra, pero sobretodo que las propuestas se correspondan con el modelo productivo de bienes y servicios de más calidad que necesitamos alcanzar.
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