Todo el mundo está de acuerdo: ¡Hace falta acudir al rescate del sistema financiero y generar confianza! Un intangible imprescindible para evitar que el temor se transforme en pánico y éste en desesperación.
Esta semana pasada hemos podido comprobar que necesitamos más Europa y no menos. Ésta es una de las lecciones que podemos extraer de este proceso para elaborar medidas de rescate globales y conjuntas. Sólo con la colaboración y cooperación supranacional se pueden generar actuaciones públicas con la potencia necesaria para hacer frente a una crisis financiera de dimensiones internacionales.
Que las medidas vayan en el mismo sentido no comporta que se tengan que aplicar idénticamente. Los acuerdos establecían que cada país las tenía que adaptar a su situación y a la de sus entidades financieras, pues no todas son iguales, unas tienen graves agujeros patrimoniales y otras, como las españolas, son sólidas pero los falta liquidez.
Con cada tipo de medida se busca un objetivo específico. Con las nacionalizaciones o la compra de acciones de bancos y la compra de sus activos tóxicos, se trata de evitar la bancarrota de aquellos que acumulan pérdidas. Con el incremento de las garantías en los depósitos personales se busca evitar desbandadas que, en primer lugar, les perjudicarían a ellos. Y con los avales o líneas de crédito oficiales superar la desconfianza entre los bancos, que hace que no se presten dinero entre ellos.
No obstante, en el momento de aplicar las medidas, se observa la siguiente paradoja: contra menos controlaban los gobiernos antes más tienen que intervenir ahora. Es decir, los más liberales se tienen que volver más intervencionistas.
La crisis financiera internacional está afectando a la economía real y al empleo, al frenar en seco la concesión de créditos a empresas y personas para que puedan llevar a cabo sus proyectos viables y solventes.
La situación es grave, por eso requiere la actuación de los poderes públicos de forma concertada. El gobierno de Zapatero estuvo en el acuerdo de los países de la zona euro y asumió la parte de la responsabilidad que le correspondía en la búsqueda de la salida, lástima que esta actitud de responsabilidad no haya disfrutado del apoyo de la oposición de derechas española.
En España se ha optado por concederles crédito a las entidades financieras, en el doble sentido, financiero y de confianza. No se los da nada, se les presta. Tendrán que devolverlos con intereses. Aquí, ni se socializan las pérdidas bancos, ni se compran activos tóxicos. Y eso para porque, de esa manera se hace posible que abren el crédito y la economía real no se resienta más.
Aquello que cuesta más de entender es que todo eso sea criticado y descalificado haciendo demagogia barata, como cuando se dice que "es un plan por salvar a los banqueros y que olvida a las empresas y las personas". Parece increíble que la derecha de este país, el PP, se dedique a propagar desazón, alarmas y dudas sobre nuestra economía por intereses electorales sabiendo que con eso contribuyen a la propagación de la desconfianza. Y finalmente, resulta inaceptable que, además, todo eso lo hagan sin dar ni una sola alternativa.
Esta semana pasada hemos podido comprobar que necesitamos más Europa y no menos. Ésta es una de las lecciones que podemos extraer de este proceso para elaborar medidas de rescate globales y conjuntas. Sólo con la colaboración y cooperación supranacional se pueden generar actuaciones públicas con la potencia necesaria para hacer frente a una crisis financiera de dimensiones internacionales.
Que las medidas vayan en el mismo sentido no comporta que se tengan que aplicar idénticamente. Los acuerdos establecían que cada país las tenía que adaptar a su situación y a la de sus entidades financieras, pues no todas son iguales, unas tienen graves agujeros patrimoniales y otras, como las españolas, son sólidas pero los falta liquidez.
Con cada tipo de medida se busca un objetivo específico. Con las nacionalizaciones o la compra de acciones de bancos y la compra de sus activos tóxicos, se trata de evitar la bancarrota de aquellos que acumulan pérdidas. Con el incremento de las garantías en los depósitos personales se busca evitar desbandadas que, en primer lugar, les perjudicarían a ellos. Y con los avales o líneas de crédito oficiales superar la desconfianza entre los bancos, que hace que no se presten dinero entre ellos.
No obstante, en el momento de aplicar las medidas, se observa la siguiente paradoja: contra menos controlaban los gobiernos antes más tienen que intervenir ahora. Es decir, los más liberales se tienen que volver más intervencionistas.
La crisis financiera internacional está afectando a la economía real y al empleo, al frenar en seco la concesión de créditos a empresas y personas para que puedan llevar a cabo sus proyectos viables y solventes.
La situación es grave, por eso requiere la actuación de los poderes públicos de forma concertada. El gobierno de Zapatero estuvo en el acuerdo de los países de la zona euro y asumió la parte de la responsabilidad que le correspondía en la búsqueda de la salida, lástima que esta actitud de responsabilidad no haya disfrutado del apoyo de la oposición de derechas española.
En España se ha optado por concederles crédito a las entidades financieras, en el doble sentido, financiero y de confianza. No se los da nada, se les presta. Tendrán que devolverlos con intereses. Aquí, ni se socializan las pérdidas bancos, ni se compran activos tóxicos. Y eso para porque, de esa manera se hace posible que abren el crédito y la economía real no se resienta más.
Aquello que cuesta más de entender es que todo eso sea criticado y descalificado haciendo demagogia barata, como cuando se dice que "es un plan por salvar a los banqueros y que olvida a las empresas y las personas". Parece increíble que la derecha de este país, el PP, se dedique a propagar desazón, alarmas y dudas sobre nuestra economía por intereses electorales sabiendo que con eso contribuyen a la propagación de la desconfianza. Y finalmente, resulta inaceptable que, además, todo eso lo hagan sin dar ni una sola alternativa.
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