¡Desintoxicar el sistema financiero! En esencia, eso es lo que busca el Plan de la Administración Bush creando una agencia pública que se sea hecho cargo de los llamados activos tóxicos, que irresponsablemente algunos han puesto en circulación.
La terminología utilizada no deja de ser sugerente y representativa del que está pasando.
Como sucede con las sustancias que generan dependencia y las conductas adictivas, mientras está bajo su influencia se vive en la euforia y la despreocupación, pero la fiesta acaba y aparecen los efectos negativos: se han dañado partes del cuerpo y destruido la autoestima. La bancarrota de entidades y la desconfianza generalizada hacia el sistema financiero son la resaca de este exceso tóxico que está sufriendo.
Ahora toca desintoxicarse.
Todo proceso de desintoxicación viene acompañado de su "síndrome de abstinencia". Acostumbra a ser un proceso muy duro donde la persona adicta mediante su esfuerzo y sacrificio intenta recuperar su voluntad. Para eso tiene que abandonar las prácticas hedonistas y despreocupadas anteriores, asumir nuevas normas y hábitos de conducta y recuperar valores como el trabajo o la resistencia a la frustración, como pautas para reconstruir su autoestima. Si no lo supera, recae.
Las alegrías financieras e inmobiliarias de carácter especulativo de estos últimos años han corroído el sistema e impregnados a la sociedad de sus valores. Los valores de la especulación se han impuesto a los de la producción.
Nos tenemos que desintoxicar de este modelo basado en el beneficio rápido, la exaltación del individualismo, la no aceptación de las normas, autoridades o del interés común y retornar a otro donde la producción de bienes y servicios, la planificación y la inversión para obtener beneficios racionales a medio plazo, junto al equilibrio entre riesgo y prudencia, recuperen el protagonismo.
Ésta situación no sólo es aplicable al sistema económico y productivo sino también a los valores dominantes en la sociedad. Eso significa que tenemos que hacer que el esfuerzo, la coherencia, la constancia, es decir los valores que se derivan del mundo del trabajo, vuelvan a ser valores aceptados y no actitudes despreciadas en comparación con las de los aprovechados que vampirizan al resto.
Resulta difícil de entender la desazón de Mas, cuándo el Presidente Montilla los reivindica como camino y objetivo para salir de la crisis. El hecho de que el expresidente Pujol, firme defensor del modelo social conformado en la escuela del capitalismo renano, también coincida en el carácter positivo y útil de los mismos, no quiere decir que fueran de su cosecha o usufructo exclusivo, pero lo más contradictorio es que lo haga el máximo representante de una fuerza, como CiU, que ha aplaudido y dado apoyo a las prácticas financieras especulativas, como expresión de la modernidad.
La sociedad en su conjunto pagará y sufrirá la desintoxicación y tenemos que hacer que esta carga tenga una distribución equitativa y que la mayor parte de la carga no la tengan que soportar los más débiles. No obstante, es innegable que arreglar los efectos de esta orgía tendrá un coste. Ahora bien, si finalmente todo el mundo se tiene que arremangar para arreglarlo parece evidente que se puede y se tiene que exigir que se creen las normas y las autoridades públicas que sirvan para prevenir una recaída y también responsabilidades para que aquéllos que se hayan aprovechado, además a mes, no salgan con "los riñones bien cubiertos".
La terminología utilizada no deja de ser sugerente y representativa del que está pasando.
Como sucede con las sustancias que generan dependencia y las conductas adictivas, mientras está bajo su influencia se vive en la euforia y la despreocupación, pero la fiesta acaba y aparecen los efectos negativos: se han dañado partes del cuerpo y destruido la autoestima. La bancarrota de entidades y la desconfianza generalizada hacia el sistema financiero son la resaca de este exceso tóxico que está sufriendo.
Ahora toca desintoxicarse.
Todo proceso de desintoxicación viene acompañado de su "síndrome de abstinencia". Acostumbra a ser un proceso muy duro donde la persona adicta mediante su esfuerzo y sacrificio intenta recuperar su voluntad. Para eso tiene que abandonar las prácticas hedonistas y despreocupadas anteriores, asumir nuevas normas y hábitos de conducta y recuperar valores como el trabajo o la resistencia a la frustración, como pautas para reconstruir su autoestima. Si no lo supera, recae.
Las alegrías financieras e inmobiliarias de carácter especulativo de estos últimos años han corroído el sistema e impregnados a la sociedad de sus valores. Los valores de la especulación se han impuesto a los de la producción.
Nos tenemos que desintoxicar de este modelo basado en el beneficio rápido, la exaltación del individualismo, la no aceptación de las normas, autoridades o del interés común y retornar a otro donde la producción de bienes y servicios, la planificación y la inversión para obtener beneficios racionales a medio plazo, junto al equilibrio entre riesgo y prudencia, recuperen el protagonismo.
Ésta situación no sólo es aplicable al sistema económico y productivo sino también a los valores dominantes en la sociedad. Eso significa que tenemos que hacer que el esfuerzo, la coherencia, la constancia, es decir los valores que se derivan del mundo del trabajo, vuelvan a ser valores aceptados y no actitudes despreciadas en comparación con las de los aprovechados que vampirizan al resto.
Resulta difícil de entender la desazón de Mas, cuándo el Presidente Montilla los reivindica como camino y objetivo para salir de la crisis. El hecho de que el expresidente Pujol, firme defensor del modelo social conformado en la escuela del capitalismo renano, también coincida en el carácter positivo y útil de los mismos, no quiere decir que fueran de su cosecha o usufructo exclusivo, pero lo más contradictorio es que lo haga el máximo representante de una fuerza, como CiU, que ha aplaudido y dado apoyo a las prácticas financieras especulativas, como expresión de la modernidad.
La sociedad en su conjunto pagará y sufrirá la desintoxicación y tenemos que hacer que esta carga tenga una distribución equitativa y que la mayor parte de la carga no la tengan que soportar los más débiles. No obstante, es innegable que arreglar los efectos de esta orgía tendrá un coste. Ahora bien, si finalmente todo el mundo se tiene que arremangar para arreglarlo parece evidente que se puede y se tiene que exigir que se creen las normas y las autoridades públicas que sirvan para prevenir una recaída y también responsabilidades para que aquéllos que se hayan aprovechado, además a mes, no salgan con "los riñones bien cubiertos".
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