miércoles, 20 de agosto de 2008

Bloqueados



Financiación y presupuestos se han entrelazado. Ambos corren el riesgo de bloquearse mutuamente.

¿Es posible bloquear los presupuestos del Estado? Sí, pero no es conveniente para nadie.

Coincido, en eso también, con mi amigo López Bulla que hace a uno días en su bloc, "Metiendo Bulla", en pleno verano se atrevía a reflexionar preguntándose: "¿HAY QUE BLOQUEAR EL PRESUPUESTO DEL ESTADO?.

No es conveniente políticamente, pero sobre todo no lo es socialmente. Especialmente, ésta última, por los efectos que produciría sobre las personas que tienen que recibir sus resultados.

Las prorrogas presupuestarias producen fuertes impactos económicos, muchas veces contradictorios y no siempre positivos.

Resultan "muy útiles" como mecanismo de ajuste y contención del gasto público y más cuando los ingresos públicos caen por el frenazo de la actividad económica, eso podría incentivar en aquéllos "economicistas de miras cortas" que quieren dejar actuar a las fuerzas del mercado para reordenar la situación, en que nos encontramos, a defenderla como mal menor, obviando, además, tener que debatir las actuaciones económicas para hacer frente a la situación, pues "tener que atender las demandas sociales, pervierte la ortodoxia económica".

No obstante, para el resto de los mortales esta situación resulta muy poco recomendable pues, al mismo tiempo, impiden reorientar el potencial del presupuestos hacia lo que hace falta para encararla, ya que en la contención del gasto pública no se encuentra la solución, sino en la ejecución de una política económica anticíclica.

Pero aquello que me parece más relevante, y a veces más olvidado, es que eso agrava todavía más los efectos negativos de carácter social de la misma. Sin la priorización en las medidas económicas para afrontar la situación y las medidas sociales para paliar los efectos, la crisis tendrá unas consecuencias peor por los sectores sociales más desprotegidos, delante de ella. Por eso resulta tanto irresponsable abonar esta opción y sorprende la alegría con qué algunos manejan esta situación que no beneficia a nadie.

¿Quiero decir que este elemento no puede estar presente en el proceso de negociación de la financiación? En absoluto. En primer término, porque ya es y en segundo, porque están relacionados. La financiación tiene que tener reflejo en el presupuesto y al revés. Lo que yo afirmo, es la conveniencia de no tener que llegar a utilizarlo, o como a mínimo, que se sea consciente de que no es un instrumento de presión unidireccional.

Por otra parte, el Gobierno Central tampoco puede hacer como si eso no fuera un riesgo real, para intentar de esta manera ganar una mejor posición relativa en el proceso negociador. La no superación de la tramitación parlamentaría del presupuesto supondría un duro revés político. Se haría patente que ahora, y a pesar del avance electoral, no se consiguen trabar las alianzas suficientes para sacarlo adelante, como se hacía antes. Sin un acuerdo sobre financiación autonómica que pueda ser asumida en Cataluña no habrá desbloqueo, ya que la aportación de todos los diputados catalanes, incluidos los 25 del PSC, son imprescindibles. Quizás porque es una de las pocas vías políticamente posibles que restan para sacar adelante los presupuestos, pues la otra vía para alcanzar la mayoría suficiente, la vía vasca del PNV, aparece cerrada, mientras el referéndum de Ibarretxe se mantenga.

En Cataluña, el bloqueo presupuestario y la prórroga del vigente, suponen la no aplicación del Estatuto y el mantenimiento del deficiente sistema de financiación actual, que pactaron CiU y PP, es decir un mal negocio.

No es malo que se sea consciente de que éstos (presupuesto y financiación) son un par de cuchillos sin mango. Quién quiera utilizar uno, contra la otra parte, se harà tanto mal como el que quiere provocar. ¡Ayudará mucho en este proceso tener una posición templada, que no tibia!

Como siempre en las negociaciones, y ésta no es demasiado diferente, para desbloquear este "sodoku" tienen que ganar todos.

Así pues, lo que procede es que todos trabajen para el acuerdo, no para quedar bien o derrotar el otro. Éste es un proceso que se resuelve con inteligencia, firmeza, discreción y habilidad negociadora, como las que practica el Presidente Montilla y no con salidas de tono, protagonismos, exhibicionismos y palnteamientos de vuelo gallináceos.

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