jueves, 2 de septiembre de 2010

El juego de las diferencias


Todo el mundo conoce el juego de las diferencias. Consiste en encontrar los cambios existentes entre dos escenarios que, a primera vista, parecen iguales.

Propongo que lo juguemos y comparemos, ahora que se acaba, la segunda legislatura del Gobierno de izquierdas de Cataluña con la última de las seis legislaturas del gobierno bipartito de centro derecha catalán. Y que lo hagamos, por ejemplo, en relación a la política industrial.

Ya adelanto que hay diferencias muy importantes.

Una primera es que ahora hablamos de localizaciones y entonces se hablaba de deslocalizaciones.

Esto no es fruto ni de la casualidad, ni de un inexistente viento de popa que hincha las velas de la economía catalana, sino que es el colofón de una tarea consciente, constante y discreta, que permite encontrarnos en la recta final para que Chery (multinacional china del automóvil) ubique en Cataluña una fábrica que generaría empleo para casi 10.000 personas, entre directos e indirectos.

Se llevan más de dos años trabajando esta oportunidad. Pero trabajándola bien y duro, sin vender la piel del oso antes de cazarlo. No como antes, o ¿ya no recordamos como la incontinencia verbal de un consejero del Gobierno Pujol malogró la instalación en las comarcas gerundenses de uno de los fabricantes de moda españoles más importantes del mundo? Y todo por no saber aguantar la presión que se produce cuando la economía no genera suficientes puestos de trabajo e intentar quedar bien ante los suyos.

La diferencia es que ahora cuando incluso parece que ya está conseguido, el Presidente Montilla se resiste a “darlo por hecho”. Por prudencia y responsabilidad y para que no se nos quede la cara de tontos que nos dejó aquella triste experiencia. Ahora se priman más la eficiencia y los resultados que su venta y publicidad. ¡Otra diferencia más!

Que ahora no se hable tanto de deslocalizaciones no quiere decir que no haya. El hecho de que las empresas sin pérdidas opten vayan a otro lado para ganar más no es nuevo. Este es un fenómeno económico que en el Mediterráneo está documento como mínimo desde los fenicios. La diferencia radica en cómo se trata.

Desde el primer momento, el Govern de Catalunya dirigido por las izquierdas exigió que cualquier proceso de deslocalización estuviera acompañado de un plan social que atendiera a la transformación de su actividad hacia otras más sostenibles, el mantenimiento del máximo grado de empleo posible, a la mejora de la capacidad para ocuparse de aquellas personas que finalmente perdieran el trabajo y su acompañamiento en el tránsito. Se trataba de conseguir que la empresa retornara a sus trabajadores, a la sociedad y al territorio una parte de que se lo había dado con anterioridad.

Hoy que también hemos conocido que Sony puede dejar la planta de Viladecavalls sabemos que la administración catalana ha estado trabajando para que, junto con la multinacional japonesa, un consorcio de dos importantes empresas catalanas hagan esa transición hacia otra actividad productiva que mantendrá empleada a gran parte de la plantilla actual.

Nada que ver, con aquella actitud que no solamente ofrecía de forma incondicionada una alfombra roja (terrenos, subvenciones, ajustes) para que las empresas vinieran sino que consideraba negativo intentar condicionar su salida, bajo el pretendido axioma de que si se hacía esto se asustarían a las que en el futuro quisieran venir.

Es más, no sólo no se intentaba sino que, desde la administración catalana, se avala, se ayudaba i se asesoraba para hacerlo, e incluso a veces, se sugería con quien hacerlo. ¿Quién no recuerda el cierre del centro de Lear en Cervera, con miembros de la familia Pujol en todos los ámbitos?

Otro cambio ha sido la política de apoyo en la industria. De unas ayudas discrecionales y opacas, distribuidas graciablemente a proyectos que en nada modificaban los parámetros básicos de la industria manufacturera catalana, se ha pasado a unos ajustes más sustanciales, con convocatorias públicas abiertas, procesos competitivos y resultados publicados en el DOGC, para ayudar a las empresas a añadir valor a sus productos y sus procesos.

La mejora conseguida - espoleada con estas políticas industriales - ha ayudado a que muchas empresas hayan hecho los deberes antes de la crisis, y que ahora la estén sobrepasando, no sin duros esfuerzos. Esto explica el porqué el saldo final del más que duro 2009 demuestre que la industria catalana es hoy más exportadora y ha ganado en productividad.

Si practicamos el juego de las diferencias, comprobaremos que los cambios que se han producido son reales, amplios y efectivos, que se están producido en la actualidad y que merece la pena evitar que se pierdan, volviendo al pasado como nos proponen.
Ese sí sería un cambio para perder, no para ganar.

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