El índice de confianza de los consumidores españoles se recupera. ¡Y eso es bueno!
El dato ofrecido por el Instituto de Crédito Oficial (ICO) No es para tirar cohetes, porque la nota es equivalente a un 3,6, pero es la más alta que hemos tenido desde hace año y medio cuando la economía todavía crecía a un ritmo superior al 3%. Ese indicador se construye teniendo en cuenta dos factores: la percepción del presente y la previsión del futuro económico. Y la gente diferencia bien entre uno y el otro, mientras al primero le da poco más de un 2’5, el segundo lo aprueban con casi un 6.
Ni viven como Alicia en el País de las Maravillas, ni aducidos por los cantos de las sirenas dirigen contentos sus naves contra los acantilados, sin conciencia del riesgo. Conocen perfectamente la gravedad de su situación presente y la de sus convecinos –que no la ven igual -, sin que ello les impida tener una mayor confianza en el futuro que hace unos meses. Justo lo contrario de lo que sucedía al inicio de 2008.
Que mejore el nivel de confianza de los consumidores es necesario, pero no suficiente para salir de la crisis.
En economía, la confianza es un intangible. No son bienes o servicios, ni inversiones, que puedan contabilizarse en el PIB, ni cotiza en bolsa, ni resuelve los problemas de liquidez. Su falta ha amplificado los problemas del sistema financiero primero y del productivo después, por ello su recuperación es imprescindible para que se produzca todo lo anterior, que sí es tangible.
La confianza es una delicada flor que no requiere ni optimismos excesivos, ni derrotismos patológicos, sino inteligencia, esfuerzo y perseverancia Que la acompañen y dirijan hacia metas prácticas y cambios concretos.
Así es como se evitara malograrla y servirá de plataforma sobre la que reconstruir una economía más sana y productiva que la actual, que ha demostrado sus debilidades por inconsistente y especulativa.
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