¿"Hay alguien más?!", imprecaba un escalador, colgado de una pared vertical sin poder avanzar ni retroceder, después de escuchar la voz de un ángel que le aconsejaba sltarse y dejarse caer, pues él lo recogería antes de que chocara contra el suelo.
Lo mismo me preguntaba yo: "Hay alguien más?! después de leer la intervención Miguel Ángel Fernández Ordoñez, Gobernador de Banco de España, sobre las reformas estructurales, que tenía que hacer la economía española después de la crisis. La única que concretó fue la reforma laboral y dentro de ella el abaratamiento de los costes del despido.
Resulta preocupante, extraño e incluso sospechoso que la máxima autoridad monetaria, recete reformas laborales como salida a una crisis financiera y ni siquiera mencione las soluciones al porqué las entidades que están bajo su tutela no trasladan hacia empresas y particulares la liquidez que la sociedad, a través del Gobierno, les ha hecho llegar.
¿De verdad cree que abaratar el despido es la poción mágica para ganar competitividad en la sociedad del conocimiento?
La flexibilización de las relaciones laborales, aunque no se llegara al abaratamiento del despido, fue una de las recetas aplicadas con éxito durante los 80 y 90 para competer mediante costes baratos y precios bajos. Aquello que nos sirvió para llegar hasta aquí, no los que nos servirá para continuar avanzando, porque los retos y las reformas para hacerles frente han cambiado.
Hoy nuestra falta de competitividad internacional tiene mucho que ver con la apuesta que se ha venido haciendo por la inversión especulativa en los sector inmobiliario y financiero en detrimento de la inversión productiva para mejorar lo hacemos y el cómo lo hacemos, con el bajo incremento de la investigación, con el desarrollo aplicado y la innovación en la producción de bienes y servicios para añadir más valor o con el escaso esfuerzo por dotar a la mano de obra de la formación necesaria para adaptarse a los cambios.
Eso no se arregla con un despido más barato. Es más, posiblemente esa reforma no comportaría más flexibilidad laboral (capacidad de adaptarse a los cambios), sino más ductilidad (capacidad de ceder ante las decisiones unilaterales). La gestión del conocimiento no se puede hacer con las reglas que sirven para comprar fuerza de trabajo. Con la precariedad o con la inseguridad laboral podemos conseguir trabajadores obedientes, pero no participativos, creativos y comprometidos con proyectos empresariales complejos, que es lo que se necesita ahora.
Es por eso que resulta tan extemporánea y contraproducente la medicina de Mafo. Necesitamos reflexión y propuestas sobre las reformas que tendremos que hacer para salir de la crisis, no manuales caducos.
¿No hay nadie más allí para hacerlo?
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