Flexibilidad debe ser un concepto maldito. Cada vez que el Presidente Montilla lo introduce en alguno de sus discursos se arma.
Hace unos meses fue a cuenta de la financiación autonómica y ahora en relación con las consecuencias laborales de la crisis económica.
En los dos casos, abogaba por el mismo método para solucionar los problemas: exigencia y flexibilidad, para alcanzar buenos acuerdos y soluciones a los problemas.
Una vez enunciado el concepto, se dispararon las interpretaciones y las respuestas airadas. En ellas los "replicadores", para hacerse valer ante los suyos, le exigían que lo arregle todo, sin ceder nada.
No es nuevo, acostumbra a ser la posición de aquellas personas que se interesan más por los conflictos que por sus soluciones, pues buscan aprovecharse de su existencia para su promoción personal, que anteponen sus intereses a los quienes dicen, o quieren, representar.
Realismo en el reconocimiento de los problemas, firmeza en los planteamientos, atención a quien lo necesita, optimismo y confianza en nuestras fuerzas y en nuestro esfuerzo, liderazgo de los cambios y flexibilidad en la concertación; con estos mimbres se afrontaron y superaron en el pasado problemas. Que todo sea dicho de paso, eran tan, o más, graves que los actuales.
Algunos de los dirigentes políticos, empresariales o sindicales, no han vivido esta experiencia, no la hacen suya, ni la quieren hacer. Han "crecido" en los años de bonanza y los cuesta presentarse delante de la gente y decirles que "tenemos que volver a luchar, volver a sufrir, para volver a vencer" los problemas.
Están demasiado acostumbrados a no tener que asumir problemas, sino a repartir dividendos. Montilla, no. Él ya ha vivido y ha coprotagonizado procesos equivalentes - que no iguales- al actual, por eso cuando habla, habla claro y se lo entiende. Por eso, no hace ni demagogia, ni vende humo.
Sin acuerdos no habrá soluciones, ni en la financiación, ni en los expedientes de regulación (incluida Nissan), pero alcanzarlos requerirá, de todas las partes, buscarlos y una actitud de exigencia flexible.
Hace unos meses fue a cuenta de la financiación autonómica y ahora en relación con las consecuencias laborales de la crisis económica.
En los dos casos, abogaba por el mismo método para solucionar los problemas: exigencia y flexibilidad, para alcanzar buenos acuerdos y soluciones a los problemas.
Una vez enunciado el concepto, se dispararon las interpretaciones y las respuestas airadas. En ellas los "replicadores", para hacerse valer ante los suyos, le exigían que lo arregle todo, sin ceder nada.
No es nuevo, acostumbra a ser la posición de aquellas personas que se interesan más por los conflictos que por sus soluciones, pues buscan aprovecharse de su existencia para su promoción personal, que anteponen sus intereses a los quienes dicen, o quieren, representar.
Realismo en el reconocimiento de los problemas, firmeza en los planteamientos, atención a quien lo necesita, optimismo y confianza en nuestras fuerzas y en nuestro esfuerzo, liderazgo de los cambios y flexibilidad en la concertación; con estos mimbres se afrontaron y superaron en el pasado problemas. Que todo sea dicho de paso, eran tan, o más, graves que los actuales.
Algunos de los dirigentes políticos, empresariales o sindicales, no han vivido esta experiencia, no la hacen suya, ni la quieren hacer. Han "crecido" en los años de bonanza y los cuesta presentarse delante de la gente y decirles que "tenemos que volver a luchar, volver a sufrir, para volver a vencer" los problemas.
Están demasiado acostumbrados a no tener que asumir problemas, sino a repartir dividendos. Montilla, no. Él ya ha vivido y ha coprotagonizado procesos equivalentes - que no iguales- al actual, por eso cuando habla, habla claro y se lo entiende. Por eso, no hace ni demagogia, ni vende humo.
Sin acuerdos no habrá soluciones, ni en la financiación, ni en los expedientes de regulación (incluida Nissan), pero alcanzarlos requerirá, de todas las partes, buscarlos y una actitud de exigencia flexible.
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