El contrato que han que firmar a los inmigrantes es el de trabajo.
Cada vez que hay elecciones, otro gira a sobar el tema de la inmigración.
¡En lugar de hacer un debate, serio y positivo, algún asesor de campaña cruz que tiene que inventar la pólvora" y hala!, sale aquello de imponer condiciones especiales a los inmigrantes.
Empieza a ser un "clásico". En las autonómicas fue el carnet por puntos de CiU y ahora, el contrato de integración del PP.
La inmigración es un hecho económico y social, no cultural y étnico. Quizás también debería tener estas dimensiones, pero las sustantivas son la económica y la social.
Las personas emigran para ganarse la vida y progresar ellas y sus familias. Eligen nuestro país porque saben que aquí hay trabajo. Por otra parte, los necesitamos para que nos ayuden a continuar creciendo económicamente.
Por eso las actuaciones para ordenar la inmigración se tienen que relacionar con el trabajo y no con factores culturales. El trabajo supone tener derecho, porque se cumple con las obligaciones de trabajar y contribuir. El trabajo integra porque da autonomía, libera de la dependencia asistencial y permite progresar.
Regularizar los que están trabajando aquí, en lugar de mantenerlos en la ilegalidad es un acierto, los hace visibles y contribuyentes y, además, resuelve el problema a los empresarios que no podían contratarlos legalmente. Fomentar los acuerdos con los países emisores para regular las cuotas, contratar en origen y retornar a los que pretendan llegar ilegalmente es otro acierto, porque ordena los flujos y transmite el mensaje que hay caminos legales para venir.
Hacer firmar a los inmigrantes un contrato para cumplan las leyes es inútil. Las tienen que respetar, tanto si lo firman como sino, como todos.
El contrato de integración que tienen que firmar es el de trabajo.
Cada vez que hay elecciones, otro gira a sobar el tema de la inmigración.
¡En lugar de hacer un debate, serio y positivo, algún asesor de campaña cruz que tiene que inventar la pólvora" y hala!, sale aquello de imponer condiciones especiales a los inmigrantes.
Empieza a ser un "clásico". En las autonómicas fue el carnet por puntos de CiU y ahora, el contrato de integración del PP.
La inmigración es un hecho económico y social, no cultural y étnico. Quizás también debería tener estas dimensiones, pero las sustantivas son la económica y la social.
Las personas emigran para ganarse la vida y progresar ellas y sus familias. Eligen nuestro país porque saben que aquí hay trabajo. Por otra parte, los necesitamos para que nos ayuden a continuar creciendo económicamente.
Por eso las actuaciones para ordenar la inmigración se tienen que relacionar con el trabajo y no con factores culturales. El trabajo supone tener derecho, porque se cumple con las obligaciones de trabajar y contribuir. El trabajo integra porque da autonomía, libera de la dependencia asistencial y permite progresar.
Regularizar los que están trabajando aquí, en lugar de mantenerlos en la ilegalidad es un acierto, los hace visibles y contribuyentes y, además, resuelve el problema a los empresarios que no podían contratarlos legalmente. Fomentar los acuerdos con los países emisores para regular las cuotas, contratar en origen y retornar a los que pretendan llegar ilegalmente es otro acierto, porque ordena los flujos y transmite el mensaje que hay caminos legales para venir.
Hacer firmar a los inmigrantes un contrato para cumplan las leyes es inútil. Las tienen que respetar, tanto si lo firman como sino, como todos.
El contrato de integración que tienen que firmar es el de trabajo.
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