Se sabía: ¡los mercados no tienen corazón! Pero lo de Grecia, ralla la crueldad y el sadismo.
Los mercados de capitales y algunas de sus entidades más significativas como Goldman Sacks – maliciosamente traducido como el “hombre de los sacos de oro” – a cambio de suculentos beneficios, colaboraron con el anterior gobierno conservador en la generación y ocultación de una difícil situación financiera del país. No es de extrañar, sus prácticas le han supuesto una demanda por estafa, pues engañaba a sus clientes “colocándoles” bonos basura que les producirían pérdidas, mientras se “forraba” invirtiendo ese dinero en operaciones buenas.
Justo cuando el nuevo gobierno socialista, puso encima de la mesa la gravedad de la misma y planteo un ajuste duro, pero asumible, para recomponerla, los mercados se encarnizaron con el país helénico “negándole el pan y la sal”.
Aquellos, que Ramon Jauregui acertadamente han calificado de “chupasangres”, han especulado con su deuda soberana. Y lo han conseguido. El bono griego, ha necesitado, compensar la pérdida de confianza que ellos mismos transmitían y alentaban con un tremendo encarecimiento del interés que deberá pagar por el dinero que le prestaran.
Ello significara, más recursos económicos para hacer frente a la deuda pública y desgraciadamente, menos para atender a las políticas dirigidas al fomento de la actividad económica y la protección social.
La Unión Europea ha sido excesivamente lenta en responder. Algunos países y dirigentes han tratado el tema como si este fuera un problema exclusivamente nacional. La vuelta a los mismos y equivocados principios liberales y no intervencionistas por los que el anterior presidente norteamericano, George Bush, dejó caer Lehman Brothers, desatando la crisis financiera que todavía padecemos, han agravado el caso griego y debilitado toda la zona euro.
Las egoístas visiones nacionales o los intereses electorales de Angela Merkel, explican, pero no justifican, tanta miopía política, económica y social, porque finalmente las consecuencias se han trasladado a toda la UE.
Esos mercados y mercaderes que no tuvieron reparo alguno en exigir millonarios rescates públicos para sus negocios privados, ahora claman por la reducción del excesivo crecimiento del déficit y el consiguiente endeudamiento público producido, en gran manera, por: las ayudas directas que han tenido que hacer al sector financiero; el descenso de los ingresos, fruto de la crisis económica que han generado; y el incremento del gasto público para desarrollar actuaciones anti cíclicas que la compensen. Y utilizan ese “mantra” para reclamar que los gobiernos impongan más y más sacrificios a los ciudadanos (recortes sobre salarios, pensiones, protección social).
Su drástica y cruel receta hace dudar a prestigiosos economistas sobre su utilidad, pues podría producir una recesión tan grave que impedirá retornar lo prestado, abriendo una espiral muy peligrosa.
A pesar de ello, continúan exigiéndola.
¿Por qué? Porque en el fondo lo que se está discutiendo no es cuál es la solución técnicamente correcta desde el punto de vista económico. Lo que está en juego es quien contralará, a partir de ahora los mercados. Si serán los intereses de los mercaderes o los de la ciudadanía mediante la dirección y control de las normas que impongan los poderes públicos democráticos.
¡Europa y el G-20 deben reaccionar y embridar la crueldad de los mercados! Antes de que la aplicación de sus recetas nos maten a todos.
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