El PSC ha decidido evitar el veto a los presupuestos generales del Estado (PGE). No podía ser de ninguna otra manera, no ha estado ninguna sorpresa, ha seguido el guión.
Hace meses que estaba escrito y se ha desarrollado de forma inexorable. Todos los partidos catalanes, CiU, ERC, PP e ICV se opusieron desde el principio al proyecto de presupuestos. Todos excepto el PSC, claro.
Desde el principio se dibujaron las estrategias con claridad. En un primer momento la oposición a los presupuestos se presentaba como el mecanismo para conseguir que el PSOE pactara con cada uno de ellos, sólo hay que recordar las declaraciones (imprecaciones) de Duran Lleida. Después mantuvieron la posición para ganar puntos aquí, en Cataluña, no para que ganes Cataluña, como decían.
Era un juego político que salía gratis porque no tenía consecuencias prácticas, pues una vez que el PSOE alcanzó un acuerdo con los nacionalistas vascos y gallegos y sabiendo que con el apoyo de los 25 diputados del PSC se aseguraba la mayoría necesaria para aprobar los presupuestos, lo fundamental estaba asegurado. Es decir, se evitaba la prorroga presupuestaría y se conseguía la financiación de las medidas anticrisis económica y los 4.626 millones de euros para las inversiones en Cataluña, que da cumplimiento a la adicional tercera del Estatuto, no peligraban.
El máximo esperpento llegó con el veto de ERC en el Senado. Si prosperaba hacía inútiles todas las mejoras que habían pactado previamente, pero en lugar de retirarlo y "para que no dijeran" ... lo sometió a votación. A pesar de que intentaron que no saliera, prosperó gracias al apoyo que le dio el PP.
Fue una votación contradictoria, pero útil. Contradictoria porque mientras votaba con ERC le recriminaba duramente los equivocados excesos verbales de Joan Tardá.
Y útil, para ellos, porque con el veto colocaba a los socialistas catalanes ante un duro dilema. Si decidían no apoyar los presupuestos, se fomentaría el peor escenario posible, crecería la inestabilidad política en unos tiempos de crisis económica y se perderían las inversiones que Cataluña precisa. Y además la pérdida de una mayoría al Congreso favorecería una carambola inesperada que podría acabar en una crisis del Gobierno Zapatero y elecciones anticipadas.
Y si los apoyaba, entonces se presentaría su posición como contraria a Cataluña y de sumisión.
Ha pasado lo previsible, el PSC se ha decantado por evitar el peor escenario y ejercer otra vez la responsabilidad en solitario y dar su apoyo a los presupuestos. El resto, siguiendo el guión, le critica por eso. Ahora sólo queda por ver qué actitud premia la ciudadanía, si la responsabilidad o el efectismo estéril.
En todo caso ejercer la responsabilidad, no siempre es fácil y más cuando se está a la espera de alcanzar, en breve, un acuerdo justo sobre la financiación y no todas las actitudes de los interlocutores ayudan a prever un final, en tiempo y forma. Por eso no es de extrañar que al tiempo que se trabaja para el acuerdo y se da un nuevo voto de confianza, se mantenga una actitud de firmeza y exigencia para asegurar que llegaremos a buen puerto.
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