"Nos permitió hablar y pensar con libertad", éste frase me parece perfecta para definir la democracia y lo que supuso su recuperación con la Constitución Española. No es la síntesis final de la elucubración de un reconocido pensador, filósofo o político sino la expresión del sentimiento de una persona. De profesión: pastor de ovejas.
Es verdad, eso es la democracia, la creación de una sociedad donde sus miembros no sólo tengan derecho a hablar con libertad, sino, y lo que es más importante, a pensar con libertad.
Sí, no he invertido los términos. Habitualmente, identificamos la democracia con la libertad de expresión y hemos sobreentendido que nuestra mente y su producto, el pensamiento, estaban a resguardo de aquéllos que querían controlarlo todo, imponiéndonos su brutal simplificación mediante la fuerza de las instituciones que controlaban o de las armas.
Con su claridad, este pastor, me hizo pensar que realmente la libertad no se alcanza hasta que uno no tiene la sensación de que puede pensar con libertad y que no existe otra limitación más que aquélla - que todo el mundo debemos asumir – de no limitar la libertad de los otros.
La libertad de expresión se puede garantizar formalmente, pero la de pensamiento es mucho más íntima y personal, por eso es mucho más difícil de alcanzar, consolidar y respetar. Es una flor delicada que necesita de un entorno favorable para surgir con toda su fuerza y reactividad. Necesita, para arraigar y crecer, un clima de respeto hacia las personas, sus ideas y su pacífica defensa, y la estropean todos los miedos, la censura y la autocensura que crece en los entornos de presión y opresión.
Sentirse libre, genera libertad, y sentirse limitado, la cercena. Por eso, desde siempre, el género humano ha querido superar sus limitaciones, incluidas las barreras físicas que configuran la orografía del lugar donde viven o nacieron. Las vías de comunicación físicas, por tierra (viarias o ferroviarias), mar y aire son los puentes por los que circulan las personas, al unísono, con las ideas que portan en su interior. Ahora, habría que añadirle las vías telemáticas.
Aquéllos que no creen en la libertad siempre se han opuesto a la libre circulación de personas e ideas, conscientes que cuando se abre una carretera, una autopista, un ferrocarril, un tren de alta velocidad, una ruta aérea o una conexión en la red, se abre una gran conducción por la que entra un aire fresco, renovador de todo aquello que ellos querrían cerrado y estancado hasta la putrefacción total.
Quizás ese pastor no era consciente, o quizás sí, pero con su frase daba las claves para entender que intentaba matar a ETA, cuando asesinaba al constructor Ignacio Uria. Quería matar la posibilidad de que se piense con libertad.
¡¡No los dejemos que salgan con la suya!!!
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