No es casualidad, es lo mismo.
La Comisión Europea ha propuesto en el Parlamento Europeo aprobar una directiva muy restrictiva para regular el proceso inmigratorio en Europa, al mismo tiempo, que la comunidad internacional, reunida en la FAO, fracasaba en su intento de ofrecer salidas y esperanzas a los casi mil millones de personas amenazadas por el hambre.
Esta coincidencia en el tiempo no es fruto de la casualidad, sino de la misma causa.
La subida de los precios de productos alimenticios básicos (cereales, trigo o leche) responde a factores de diferente signo. Uno, claramente positivo, cómo es el hecho que millones de personas, en países en vías de desarrollo y altamente poblados, coman más, o más veces al día, y otros, de signo contrario, derivados que su producción es escasa o se orienta hacia usos energéticos y no alimentarios o bien, simple y llanamente, se especula con ellos.
La cumbre de la FAO, no ha sido capaz de articular los recursos económicos del primer mundo para incrementar la producción y/o la productividad agrícolas de los países en riesgo de sufrir hambres.
Tampoco se han revisado las políticas proteccionistas dirigidas a proteger nuestro sector agrícola y que les dificultan la venta de sus productos aquí.
Sí no los ayudemos a que produzcan más y mejor, si los dificultamos que nos vendan sus productos y si ven su vida amenazada por el hambre, ¿alguien se extraña de que quieran venir, incluso jugándosela? Como los países desarrollados no somos capaces de ayudarlos a que ellos solucionen sus problemas, entonces queremos cerrar las fronteras para que no vengan, con leyes.
La solución está en la cooperación, en ayudarlos a desarrollar y mejorar su agricultura, para que tengan para comer y comerciar y que así la especulación no resulte rentable.
Lo otro, no sirve, porque es más de lo mismo.
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