miércoles, 13 de enero de 2010

División en los polos


Es un resultado contradictorio, pero hasta cierto punto lógico.

A medida que en Catalunya se ha ido tensado la cuerda en el debate identitario, la división en el seno de los dos polos políticos nacionalistas se ha hecho más evidente.

Los intentos de reagrupar esos espacios en unos bloques ideológicamente más homogéneos y compactos, y por ende menos plurales, han comportado el efecto contrario. Además, y de rebote, también han fomentado la tensión y el desapego de la ciudadanía por la política, al no sentirse concernida por las posiciones que, cuasi en exclusiva, monopolizaban el debate público y que se correspondían con las sostenidas por los extremos que se confrontaban.

Así pues, en lugar de la Casa Gran que quiso impulsar Artur Mas lo que ha aparecido es una profusión de iniciativas soberanistas (Carretero, CUP’s, plataformas, Laporta) que se suman a la radicalización de CiU para demostrar, en su disputa con ERC, quién es más independentista. El ejemplo más claro de esa tendencia a la atomización, lo pudimos observar el día siguiente a la autoconsulta independentista del 13-D.

En el otro extremo, el del nacionalismo español, el panorama tampoco tiende a la concentración. Al alentar la fuerza mayoritaria, el PP, la catalanofobia en el conjunto de España como instrumento de cohesión de su electorado y de erosión de su adversario el PSOE, está debilitando las posibilidades del PPC en Catalunya para representar, en exclusiva, ese sentimiento. El partido de Rivera, Ciutadans Partit de la ciutadania, debilitado por sus luchas internas continúa compitiendo con ellos y además el que aspira a construir Rosa Diez, con dirigentes salidos del anterior, constituirán otro centro de atracción para aquellos que respondan al mensaje españolista que ha levantado el PP.

Una de las condiciones – no la única, pero sí de las más importantes - para dejar de alimentar ese desapego ciudadano seria sustituir ese debate entre separatistas y separadores por un debate más integrador. Aunque muchas veces la vistosidad y la estridencia de la confrontación hacen que las posiciones más serenas y equilibradas queden ahogadas por tanto exceso verbal.

No se trata de evitar ese debate, de decir que no interesa, porque sí interesa. Se trata de realizarlo de una manera que aporte positividad. Hay que sustituir las actitudes centrifugas por otras tendencias centrípetas. Para ello, se requiere un proyecto que desde el máximo autogobierno, y sin frivolizar con la independencia, se centre en la atención y la solución de los problemas de las personas que vivimos en Catalunya.

Les guste, o no, hoy ese proyecto existe, es el Estatut.

Por eso quienes, como el President Montilla, lo defendemos, ante propios y extraños, lo hacemos conscientes que vale la pena seguir batallando por aquello que junto a otros impulsamos y votamos.

Por su contenido, plenamente Constitucional, por su pactada tramitación, que conformó con mucho esfuerzo un nuevo y superior nivel de relación con el conjunto de España y porque al hacerlo suyo la ciudadanía de Catalunya en el referéndum lo transformó en el mejor “pal de paller” alrededor del que aglutinarse, el PSC debe defenderlo y así lo hace y lo hará. Aunque lo hayan dejado solo en esa tarea.

El hecho que otros que lo votaron, como CiU, ahora lo abandonen, en nombre de arriesgados atajos hacia la independencia, o que quienes lo rechazaron, como ERC y PP, continúan sin cambiar su postura, aun a riesgo de alimentar la división social que comportan sus posiciones, han transformado al PSC en el partit de l’Estatut.

No hay comentarios: