Una reciente encuesta señalaba que lo que más preocupa la gente son los efectos negativos que la crisis económica global tiene sobre su economía particular.
Para afrontarlos creen que su gobierno, lo que preside José Montilla, y la oposición, la de Artur Mas, se tendrían que poner de acuerdo en gamella salir de la crisis e incluso gobernar juntos.
Eso último parece muy difícil, para no decir imposible. Ninguna de las cuatro fuerzas políticas implicadas (PSC, CiU, ERC y ICV-EUiA) no parece dispuestas a hacerlo. No obstante, la colaboración es posible y deseable, aunque no suponga la formación de un gobierno conjunto.
Articular esta colaboración requiere: coincidencia en las actuaciones a emprender; un clima político en lo que prevalezca por encima de todo la solución de los problemas de la gente a los intereses partidarios; y un consenso equilibrado con y entre los agentes sociales para gestionar los sacrificios y los cambios que conjunta y colectivamente tienen que hacer.
Íbamos bien, o al menos eso parecía. En menos de una semana el Presidente Montilla y Artur Mas habían explicitado sus reflexiones y sus propuestas, en dos actos públicos. No eran las mismas propuestas, en algunos temas eran contrapuestas, en otras complementarias y en otros coincidentes.
Es lógico e incluso normal, son fuerzas diferentes. Pero se cumplía el primer requisito para llegar alcanzar un entendimiento: constatar que a pesar de no se dice lo mismo hay espacio para que la negociación no suponga una imposición pura y dura sobre el otro.
Parecía que CiU estaba dispuesta a invertir en responsabilidad, que había comprendido la rentabilidad social, política e incluso partidaria de poner los intereses de la gente por delante del efectismo y los intereses a corto plazo de la suya bastante política, que abandonaba la estrategia de la radicalidad soberanista que disputa con ERC para sumergirse en la lucha porpara la centralidad que hoy representa al Presidente y que llegar a acuerdos con el Gobierno no le es necesariamente negativo.
Pero el tema ya se ha torcido. Por una parte Artur Mas ha salido diciendo que el acuerdo es: ¿su propuesta, si ésta se su concepción de una negociación, difícilmente prosperará un acuerdo y, por otra parte (¿o quizás es la misma?) Felip Puig - sucursalizandola política catalana - ha condicionando los acuerdos sobre economía aquí, a que Zapatero avale allí sus intereses partidarios. ¡Han cauterizado las expectativas antes de que pudieran crecer!.
A todos - CiU incluida - nos iría mejor si sustituyeran el "contra peor, mejor" y escucharan aquello que la gente les pide: que comprometan en la salida de la crisis.
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