miércoles, 16 de enero de 2008

Romper la vajilla


"Estáis rompiendo la vajilla y después costará mucho reponerla", le dije al, entonces, dirigente local del Partit Popular de Cataluña y, ahora, miembro de la dirección catalana, en los momentos más duros del debate sobre el Estatuto.

Con la contundencia que lo caracteriza, respondió: "Cuando volvemos a gobernar ya compraremos otra vajilla".

En términos de menaje del hogar, sustituir una vajilla por otra no supone un gran problema, si tienes recursos para pagarla, claro. Pero en términos políticos y sociales, eso ya es “harina de otro costal”.

Durante mucho tiempo la política ha servido para racionalizar o resolver los conflictos sociales y de convivencia. Hoy, se han girado las tornas. Desdichadamente las derechas se dedican, desde la política, a crear problemas donde no había.

Ya lo hemos sufrido. Hemos sufrido esa negativa experiencia, cuando, a cuenta del Estatuto, se difundió la idea de que todas las personas que vivimos en Cataluña somos insolidarias con el resto de España. Cuando la realidad es la contraría. El PP atizó la catalanofòbia entre los otros pueblos de España, sólo por intereses políticos.

España no se rompió, entonces, porque el proyecto político del Estatuto no buscaba romper España sino actualizar las relaciones, asumiendo más responsabilidad en la resolución de los nuevos problemas.

Ahora, de nuevo, se pretende crear problemas donde no hay. En Cataluña, no hay problema lingüístico, por más que se empeñe Aznar, la FAES o el PPC en decir el contrario. A pesar de eso, han decidido hacer de la lengua uno de los elementos de su campaña electoral.

No lo hay en la escuela, donde los niños acaban su educación dominando las dos lenguas, el castellano y el catalán, dándole así los recursos lingüísticos necesarios para desarrollarse libre y plenamente. No lo hay en la administración pública, que tiene que atender y atiende a cada ciudadano en la lengua que el elija. No lo hay en el conjunto de la sociedad catalana y eso es lo más importante.

La razón por la cual los apocalípticos mensajes lingüísticos de la derecha española no han generado confrontación social, es porque aquí todos sabemos que son inciertos. Pero insistirán. Y el riesgo es que si "tanto va el cántaro a la fuente”, al final se rompa. Y más si desde el otra lado, los nacionalistas catalanes de derechas (CiU) o de izquierdas (ERC), se meten, también por intereses electorales, en un dinámica de retroalimentación.

Intentar ganar unas elecciones, no justifica romper la vajilla.

Haríamos bien en no permitirlo y "esperarlos en las urnas" para castigarlos.

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