Artur Mas y el llamado "pinyol", o núcleo duro, de CDC se están liando.
Ellos solitos se lo están poniendo muy difícil, a si mismos. Si quieren disputarle al PSC la centralidad en la política catalana, tienen que hacer lo contrario de lo que están haciendo.
Yendo por delante en las posiciones de soberanía extrema, las cuales incorporan y propugnan el derecho a decidir, incorporando explícitamente el ejercicio la autodeterminación como uno de los hitos en el camino hacia la independencia o renegando del Estatuto que apoyaron y sustituyendo el cumplimiento del sistema de financiación pactada en él por uno incierto y insolidario concierto económico, difícilmente ganarán la centralidad que buscan.
¿Si ésa es su propuesta, cuál es la diferencia con la de ERC? Nadie es capaz de apreciarla, salvo los afectados por el síndrome de Brian, definido por Vicenç Villatoro, en honor a la secuencia de la película "Vida de Brian" de Monty Pyton, donde los seguidores del Partido por la Libertad Popular de Judea se pelean contra los del Partido porpara la Libertad de Judea Popular.
La centralidad no es el centro, aunque para alcanzarla hay que estar centrado. ¡Y eso no es un juego de palabras!
La centralidad, en política, tiene más a ver con el centro de gravedad de la sociedad que con la equidistancia de los extremos. Y, en Cataluña, ésta se encuentra en unas coordenadas definidas, al unísono, por un sentimiento de progreso social y de catalanismo político moderados, como nos recuerdan los resultados electorales o los estudios demoscópicos.
Unir a los nacionalistas en uno de los extremos del cuadrilátero, puede tranquilizarles sus conciencias, pero les aleja de la centralidad. Y si, como parece, el PP de Mariano Rajoy empieza a disputarles el centroderecha catalanista, mediante un discurso más centrado, esta vía de agua no la pararía ni Duran Lleida.
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