viernes, 4 de septiembre de 2009

Contra la liquidez



No clamo contra la liquidez bancaria, o “cajaria”, que sigue siendo una de carencia importantes de nuestra economía, si no contra la volatilidad e inconsistencia en las actitudes, de quienes sólo se guían por la obtención de beneficios individuales y a corto plazo.

Una parte importante de los problemas económicos que hoy padecemos devienen del ensalzamiento y la práctica de actitudes basadas en la liquidez. La liquidez en los valores éticos, el menosprecio de la perseverancia, el compromiso y la constancia en el esfuerzo como mecanismos para alcanzar las metas y el desentendimiento sobre las consecuencias sociales que puede producir nuestra acción.

Como siempre ocurre y también en esta ocasión, las dinámicas económicas son a la vez causa y efecto de los cambios en las relaciones interpersonales y las nuevas normas sociales que rigen en la sociedad, lo que antaño llamabamos la superestructura social.

Coincido con aquellas voces que abogan por que los proyectos estén presididos por la solidez de los planteamientos, las propuestas y las actuaciones, ya sean estos de tipo empresarial, social, político, público o privado.

Bajo ningún concepto considero que esa solidez esté reñida con la capacidad de evolucionar y adaptarse a las nuevas demandas y necesidades sociales, las cuales, además, emergen fruto de los éxitos parciales en el camino hacia el progreso social. Ahora bien, soy de los que pienso que esa actitud de cambio y adaptación permanente sí que está reñida con “lanzar por la borda” aquello que de consistente existe en el proyecto a largo plazo que se ha venido construyendo.
Sólo si las nuevas propuestas son vistas como la adecuación del viejo (que no caduco) proyecto, se logrará mantener el compromiso de los que lo hicieron – y lo hacen posible - con su esfuerzo y a la vez añadirle el de los que se incorporan a partir de ahora. Para ello es necesario que esa continuidad sea compatible con el hecho que esas nuevas propuestas también sean la senda a transitar hacia el progreso social y económico que se espera alcanzar. Y no sólo deben serlo, sino que así deben ser percibidas, para que sea posible construir el nuevo compromiso que justifique el esfuerzo colectivo a realizar.

El “relato” que debemos hacer de lo que queremos, proponemos y vamos a hacer debería cumplir esas premisas.

En Catalunya se inicia un curso político, que acabará justo cuando empiece la campaña electoral autonómica. Por ello, sería deseable que en los discursos de las fuerzas políticas se conjugaran los dos tiempos, el futuro inmediato y el más lejano.

Que las propuestas a corto se correlacionen con el relato a largo.

Que se tenga presente en el momento de afrontar las urgencias, el día a día o lo inmediato, la inutilidad del regate en corto, que es imprescindible explicarnos y que en esa explicación también se hiciera evidente hacia qué modelo de sociedad y de país nos orientan.

En ese debate los socialistas tenemos mucho a ganar. Tenemos un proyecto sólido, con voluntad de permanencia en el tiempo y de transformación de la realidad, formulado con rigor y claridad, con el que la ciudadanía puede adquirir libre y conscientemente un compromiso duradero.

Si nos enredamos en los debates de aquellos que no pueden clarificar su proyecto porque, o no un tienen modelo de sociedad que ofrecer, o su modelo de país es la independencia de los referéndums d’Arenys y el pacto con el PP de Rajoy, entonces nos introduciremos en la Catalunya virtual de una minoría social.

En política la expresión de la liquidez es el electoralismo, esa actitud que impone decir y hacer lo que el marketing electoral determina en el momento y para cada momento.

Superar la liquidez en el discurso político supone un reto y un riesgo. El reto de ser consecuente y el riesgo de que al perder la ambigüedad no se abarque tanto espacio electoral. Por el contrario, el abandono de la liquidez en política no supone, como algunos arguyen, el paso al autismo sobre lo que piensa, necesita o quiere la ciudadanía y la convicción de ser el único poseedor de la verdad y las esencias, sino la afirmación de un proyecto que la gente puede conocer, valorar y hacerse suyo.

A pesar de los riesgos, siempre será más lo que se gana que lo que se pierde, con ello, pues sobre lo líquido difícilmente se construirá el futuro.

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