miércoles, 10 de junio de 2009

Menospreciar lo conseguido


Ya falta poco. Ahora está en pruebas, pero dentro de unos días funcionará.

Finalmente, de la nueva planta de desalinización del Prat de Llobregat, saldrá agua apta para el consumo humano, cubriendo una parte importante de las necesidades del Área Metropolitana de Barcelona.

Con ella, se habrá dado un nuevo paso más hacia uno de los objetivos que la humanidad persigue desde sus primeros albores, la independencia; la independencia sobre las limitaciones que nos imponen los elementos naturales.

Una independencia que no se basa en su menosprecio, sino todo lo contario. Una independencia capaz de reconocerles su capacidad y potencia, de crear y de destruir, de producir bienestar y malestar, que se basa en aprovechar lo que tienen de positivo y reducir lo negativo.

Aun así la mayoría de la ciudadanía cuando abra el grifo lo hará con la cotidianeidad de quien está realizando algo normal, no será un gesto o una gesta histórica o épica, pues en esta parte del mundo consideramos normal que al abrir el grifo salga agua.

Tranquilos como estamos porque los pantanos están llenos, y ya tenemos la solución, sería conveniente recordar lo qué discutíamos y cómo lo discutíamos, hace sólo un año. Deberíamos reconocer y valorar lo hecho y conseguido, pero como casi siempre: ¡no lo haremos!

Reconocer lo logrado no reduce los problemas actuales, ni los que vendrán, pero menospreciar lo conseguido nos lleva al fracaso futuro.

Si las soluciones se descuentan rápidamente y los problemas se magnifican, nos instalaremos en la insatisfacción permanente y perderemos las oportunidades de futuro que se cimenten en el aprendizaje y el esfuerzo de la superación de los problemas del pasado.

No se trata de quedar enredados y enganchados en el pasado como si fuera una tela de araña, pero sin memoria y sin aprehender, y aprender, de los resultados positivos y negativos de nuestra acción, no es posible el progreso. Quizás creceremos, pero seguro que no maduraremos.

Algunos de los males que aquejan nuestra sociedad como el Alzheimer, el menosprecio a lo conseguido, el adanismo, o el inmediatismo compulsivo producen –todos ellos -unos terribles efectos comunes; nos anulan como sujetos individuales o colectivos, diluyen nuestra memoria y debilitan la cultura de la superación basada en el esfuerzo individual y colectivo.

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